Irune
Hice lo que siempre hago cuando siento que todo se me escapa entre los dedos: escapar. Esta mañana me metí en mi habitación, donde llené una bolsa con algunas piezas de ropa, y me preparé para ir a trabajar. Ni siquiera desayuné. Creo que es la primera vez que me siento libre en mucho tiempo. Escapando de los problemas. Penoso.
Después de cenar algo, metí la bolsa en el maletero del coche, conecté el móvil al equipo de música, seleccioné una lista de reproducción al azar que era, básicamente, un vómito de canciones sin nada en común y enfilé la autopista de camino a Vallecas. Viernes, las diez y media de la noche. Finales de agosto. Todas las ventanillas abiertas y el aire puesto a toda marcha por el calor que hace. Muchos coches. Luces rojas de frenado y blancas en las farolas que alumbran algunos de los tramos de la carretera.
Me dirigí hacia Vallecas de manera automática, sin pensar, como si estuviera viviéndolo todo en tercera persona; seguí un camino que conozco como la palma de mi mano, sin darme cuenta de que conducía de esa manera. Yo solo pensaba, mucho y en todo. En el equipo de música se iban reproduciendo canciones y a las que, por primera vez en toda mi vida, no les buscaba ningún significado, porque simplemente no podía, mi cabeza estaba en otro lugar, como cuando eres niño y estás intentando hacer un examen de lengua pero no puedes porque tu cabeza está en el patio jugando con una pelota. Y, a pesar del lío que había dentro de mi cabeza y de lo estúpidamente sobrecargada que me sentía, cada metro y kilómetro que recorría y me iba acercando a "casa", me hacía sentir más libre.
Apagué la música antes de entrar a Vallecas. Era bastante tarde y no quería molestar, aunque la música de la discoteca ya lo hiciera por mi.
Entré en casa lo más silenciosamente que pude, con mi juego de llaves, pero una madre es una madre y una, por muy mayor que sus hijos sean, no pierde sus facultades de madre. Encendió la luz del recibidor, como siempre, para no despertar a mi padre a sabiendas de que terminará despertándose si o si.
Vestía un camisón que le llegaba por encima de la rodilla de color rosa pastel con puntitos. Su pelo corto rizado estaba... Revuelto, muy revuelto y eso me hizo sonreír.
—¿Qué pasa? —susurró.
—Nada —mentí—. Vivir con las chicas a veces es muy estresante.
—Ya —asintió señalándome una de las sillas de la barra de la cocina para que me sentara—. ¿Qué pasa?
Mi padre apareció por el pasillo en calzoncillos, silencioso y con paso seguro, seguido por mi hermano.
—Que bien, ya estamos todos.
—¿Ha pasado algo? —preguntó mi padre haciendo caso omiso a mi comentario.
—No, ¿por qué tendría que pasar algo?
—¿Por qué son las once y media de la noche tal vez? —murmuró mi hermano.
—Anda, largaos a dormir vosotros otra vez, yo me encargo. —Dijo mi madre dirigiéndose a mi padre y a mi hermano.
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Ratoncita de Biblioteca
RomanceIrune Ortiz es una chica fuerte, responsable y decidida. Aiden Moore es engreído, muy inteligente, aprovechado, cabezota y mujeriego. *** Ella nunca se ha enamorado. Él no quiere volver a enamorarse. Ella pasa de él. Pero él no de ella. Una noche, e...