Aiden
En el momento que salí ayer del bar, subí a mi casa y me puse a dar vueltas por ella pensando en que haría y qué diría al día siguiente. Me puse tan nervioso de tan solo pensar en cómo actuaría que me cambié y me fui a correr. Cuando volví me metí en la ducha y al salir llamé a Sergio el cual descolgó enseguida.
—Dime. —Contestó.
—¿Qué haces? —le pregunté para alargar la conversación.
—¿De verdad me estás llamando para preguntarme que hago?
—Sí. —Asentí pero sonó más como una pregunta que como una afirmación.
—Uff... pues nos hemos ido del bar y yo ahora estoy en casa con Leah viendo una peli.
—Pensaba que estarías con Daniel.
—Que va... creo que se fue con Dana. Conociéndolo, seguro que ahora están follando como si les fuera la vida en ello.
—Buff... pues no me extrañaría.
—¿Qué piensas hacer mañana?
—No lo sé. —Admití un poco avergonzado.
—La puedes llevar a la exposición interactiva esa...—dijo Sergio tras un largo silencio.
—¿Te refieres a la de los teléfonos?
—Si, esa.
—Ostias. Joder, Sergio. Eres el puto amo, gracias.
—De nada, guapa —se burló haciéndome sonreír.
—Corta el royo, majo. Bueno, adiós —me despedí y colgué.
Me fui hasta el escritorio y abrí mi portátil. Busqué la exposición, compré dos entradas y me fui a la cocina a prepararme algo para cenar. Después de llenar el estómago me tumbé en mi cama y volví a darle vueltas al asunto hasta que me quedé dormido.
Esta mañana, nada más despertarme, me he dado una ducha, me he adecentado poniéndome la camiseta negra que me dijo que le gustaba durante una de nuestras conversaciones de correo electrónico y he comido lo primero que he encontrado en la nevera justo antes de coger las entradas, un casco para ella y salir por la puerta. Llegué donde la moto y me subí pensando en cómo podría reaccionar a lo que voy hacer, quizá había una remota posibilidad de que esto no saliera como esperaba. Traté de concentrarme en la carretera pero no dejaban de asaltarme la idea de que se negara a escucharme y... Negué con la cabeza intentando salvarme de mi propia y truculenta imaginación y procurando centrarme en lo que debía, es decir, en la carretera. Llegué, bajé de la moto y justo en ese momento la vi cargando con un carro de la compra. Me acerqué y aquí estoy, queriendo que la tierra me trague o mejor, que trague a su madre que me está haciendo pasar un mal rato.
—Hola...—saludo nada más llegar hasta donde están ellas.
—Hola, ¿Aiden, verdad? —saluda su madre.
—Sí, señora.
—¿Señora, dices? Si solo tengo cincuenta y cinco años —dice fulminándome con la mirada y haciendo las delicias de Irune.
—Perdón, perdón, yo... no quería hacerla sentir mayor... —empiezo mi intento de disculparme pero me veo interrumpido.
—Tranquilo.
—Irune... ¿puedo hablar contigo? —digo esta vez dirigiéndome a ella y clavando mis ojos en ella que va preciosa con su nido de agapornis en la cabeza.
—Claro que puede. —Responde su madre por ella cogiéndole el carro y dirigiéndose hacia la portería de su casa.
Cuando por fin nos quedamos solos, yo solo soy capaz de mirarla. Estoy MUY nervioso, siento como si tuviera elefantes bailando y saltando en el estómago. Tras unos cuantos segundos, al fin me armo de valor para poder hablar:
—Ratoncita...—logro decir, captando su atención—. Quiero disculparme pero aquí no, quiero llevarte a otro sitio.
—¿Dónde? —pregunta después de un largo silencio.
—A un sitio... especial.
—¿Y si no quiero ir a ese sitio especial? —cuestiona. Vale, lo tengo difícil.
—¿No quieres saber cual es sitio especial?
La veo fruncir los labios, seguramente está debatiéndose sobre si ir o no. Pero finalmente decide venir conmigo.
—¿La verdad? No, pero mi madre no creo que me deje entrar en casa si subo ya, así que no me queda otro remedio que ir contigo —dice y le sonrío.
Le cojo la mano y entrelazo sus dedos con los míos, pilándola desprevenida, mientras tiro de ella para guiarla hasta donde he aparcado la moto. Le paso el casco, me pongo el mío y me subo. Cuando ella lo hace, no se agarra a mi cintura sino que prefiere agarrarse a la parte trasera y eso me decepciona, me gusta sentir su cuerpo pegado al mío, pero era de esperar ya que está enfadada conmigo. Arranco y empezamos a recorrer kilómetros sumidos en un silencio que, a pesar de que está cabreada conmigo, es cómodo. Durante el trayecto me da tiempo a pensar en lo que puedo decir, pero nada me convence así que decido que diré lo que salga en ese momento, echaré mano al arte de la improvisación.
—¿El sitio especial es un museo?
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Ratoncita de Biblioteca
RomanceIrune Ortiz es una chica fuerte, responsable y decidida. Aiden Moore es engreído, muy inteligente, aprovechado, cabezota y mujeriego. *** Ella nunca se ha enamorado. Él no quiere volver a enamorarse. Ella pasa de él. Pero él no de ella. Una noche, e...