Irune
Estoy un poco nerviosa, para qué mentir. Cuando me pongo así me sale un Tic: o bien me muerdo las uñas o empiezo a darle vueltas a mi anillo del corazón que llevo en el dedo anular, como estoy haciendo ahora. Estamos enfrente de su casa. Él está cogiendo su mochila del coche mientras yo miro embobada el casoplón que tengo delante, tienen pinta de ser de ricos a pesar de que no lo sean.
Es una casa blanca, con tres pisos. Hay una verja de color negro con algunos detalles de color dorado en ella, el camino de la entrada está lleno de plantas, parece un jardín botánico, es chulísimo. La puerta es de madera oscura y le da un aspecto rústico pero elegante a la casa. Parece de ricachones.
—Tiene cinco habitaciones, cuatro baños, una buhardilla y en el patio, una piscina —me informa, porque se ha dado cuenta de que no dejo de mirarla con la boca abierta.
—Qué faena tiene tu madre para limpiar todo eso sola.
—Es que mi madre no la limpia. Le da un infarto en el intento, vaya. Vienen tres mujeres una vez a la semana para limpiarla bien a fondo. Ella solo cuida las plantas de la entrada y las que hay dentro. Le gusta la botánica.
—Jolín, ¿era barata la casa? —le pregunto pero él niega con la cabeza—. Pero tu padre era paleta y tu madre trabajaba en una tienda...
—Si, pero mis abuelos maternos nos dejaron su herencia porque, allí, en Irlanda, eran dueños de una fábrica muy importante que, al jubilarse, vendieron por una gran suma de dinero y como ellos dicen que no necesitan tanto dinero para vivir, se lo dieron a mis padres.
—Ohh. ¿Y de que era la fábrica?
—De cerveza.
—¿En serio?
—Sip.
—Wow.
—¿Entramos? —me pregunta mientras yo asiento y nos dirigimos hacia la entrada. Justo cuando hace el ademán de picar, la puerta se abre y sale un niño de pelo castaño casi pelirrojo de unos quince años por lo menos.
—Hola tito, ¿has traído la moto? Me dijiste que podría usarla la próxima vez que vinieras.
—Ehh... Hola... Marcos —me dice y me mira sonriente como dando a entender de que ha conseguido reconocer al sobrino que tiene delante—. Eh... no la he traído, a ella le da miedo montarse en una moto así que hemos venido en coche y dudo mucho que te dijese que te dejaría usarla y menos a ti, un quinceañero que me la hace añicos en un abrir y cerrar de ojos.
—Pues menuda mierda —le dice el niño mientras se mete otra vez en la casa.
—Qué genio tiene.
—Para que veas y aún te quedan unos cuantos por conocer.
—Y no me da miedo subirme a una moto.
—Si, ya. Por eso piensas que es una mala manera de morir —me rebate mientras recorremos el pasillo y vamos hacia el salón donde están todos hablando.
ESTÁS LEYENDO
Ratoncita de Biblioteca
RomanceIrune Ortiz es una chica fuerte, responsable y decidida. Aiden Moore es engreído, muy inteligente, aprovechado, cabezota y mujeriego. *** Ella nunca se ha enamorado. Él no quiere volver a enamorarse. Ella pasa de él. Pero él no de ella. Una noche, e...