12. Resbalando con las babas que dejo detrás suyo.

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Aiden

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Aiden

Cuando nos despedimos, me quedé mirando cómo se iba calle abajo y cuando la vi desaparecer, me fui yo también. Menos mal que no se giró porque me habría pillado mirándola con cara de depravado.

***

Llego a la oficina de bastante mejor humor que cuando me fui, y ni siquiera el interrogatorio al que me someten consigue empeorarlo.

—¿Dónde estabas?

—Comiendo.

—¿Sin nosotros?

—Pues... creo que sí. No recuerdo vuestra presencia a mi alrededor...

—Pensaba que no te apetecía salir a comer, o al menos antes porque cuando te lo propusimos tu respuesta fue un gruñido. —Daniel tiene toda la razón, estaba de mal humor. No había dormido por la puñetera pesadilla y encima cuando he venido de correr, no quedaba café, así que bueno...

—Cambié de idea.

—¿Y qué te hizo cambiar de idea?

—Di mejor quién... —dice entonces Sergio, acaparando toda la atención.

—¡Venga ya! —interviene entonces Ian—. ¡¿Te fuiste a comer con Irune?!

—¿Y qué si lo he hecho?

—Eh... Nada... —dice Daniel después de que los tres pensaran la respuesta durante un buen rato.

—Pues eso. A currar.

En cuanto muevo el ratón y se activa la pantalla de mi ordenador, veo que tengo un nuevo correo electrónico y me pongo nervioso, pero me doy cuenta de que no es suyo y de repente tengo una sensación de desilusión. ¡Parezco un puto adolescente en plena edad del pavo, joder!

Continuo con mi jornada laboral y cuando llego a casa, como no tengo nada que hacer, decido ir a correr, también podría ir a la biblioteca pero tengo tanto sueño que, si me siento en un sofá me duermo y me levanto sobresaltado y sudando por culpa de la misma pesadilla de siempre.

Una vez he hecho mis 10 kilómetros y he vuelto a casa, me ducho y me tumbo en la cama desnudo para secarme. Siempre me ha gustado hacerlo, al principio, a mi familia le hacía gracia luego, conforme fui creciendo, era un motivo más de discusión en casa y sigo sin entender por qué. Cuando ya me he secado, me pongo un bóxer, cojo el móvil, me conecto a Instagram y empiezo a ver sus fotos, me estoy volviendo un acosador obsesivo... Esto no puede ser bueno, y antes de que me dé cuenta, me quedo dormido otra vez.

***


—¡Joder! —me levanto sobresaltado y sudando.

Ratoncita de BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora