7. Nada tan aburrido como un hospital.

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Irune

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Irune

La semana ha pasado rápido: el lunes, bueno pasó lo de la tía posesa del ordenador, lo del carnet y, por si fuera poco, mis queridas amigas me sometieron a un tercer grado nada más poner el primer pie en casa; en cuanto al martes y el resto de la semana, si os interesa, estuvimos hablando por correo y algún día coincidimos en la biblioteca. Se puede decir que somos amigos.

Estamos a sábado y yo estoy leyendo en la biblioteca, como no, justo acabo de recibir un mensaje del grupo:

LEAH: Irune, vete haciendo las maletas que vamos a pasar el finde al barrio.

Como ya le dije al Pelapatatas el otro día, soy de Vallecas al igual que mis amigas y de vez en cuando vamos a pasar el finde.

YO: Seguís en casa, ¿no?

GISELLE: Si, yo estoy ayudando a Mae a elegir la ropa. Le va a dar un infarto porque no sabe qué ponerse, por eso no responde en el grupo.

LEAH: OK. Ya estoy, voy a ir a buscar el coche que ayer cuando vine de trabajar lo dejé un poco, bueno, bastante lejos porque no hubo sitio para aparcarlo.

Leah trabaja en un laboratorio como bióloga marina, podría usar perfectamente el metro, pero como a la señora no le gusta usar el transporte público como a los demás, usa el coche. Giselle es de atención al cliente de una multinacional y Mae psicóloga.

YO: OK, yo estoy saliendo ahora de la biblioteca.

Llego a casa, me preparo la maleta y miro el reloj. Hace 30 min que Leah se ha ido a buscar el coche, que raro, ya debería haber llegado, estoy pensando en llamarla cuando suena mi móvil. Voy corriendo a buscarlo y lo cojo:

—¿Diga?

—Hola, ¿Eres Irune?¿El contacto de emergencia de Leah?

—Si, ¿Quién eres tú?

—Soy policía y llamo para informarte que Leah está siendo trasladada al hospital Universitario HM de Madrid —me informa, haciendo que me quede cada vez más blanca, mientras él prosigue hablando:—. Ha tenido un accidente de coche en una intersección. Estaba cruzando el semáforo en verde cuando el otro coche se ha saltado el suyo y ha chocado contra el de ella. Los dos están bien tanto tu amiga, como el otro conductor, pero los dos tienen heridas y los han de operar.

—Vale, gracias, ahora voy al hospital. —Me despido mientras salgo de casa corriendo para avisar a los demás. Ellas me abren, les explico lo que me ha contado el policía y las tres nos dirigimos al hospital que me han indicado antes.

***

Llegamos y nos encontramos al doctor. Él rápidamente nos informa que ella está estable y que ya ha salido de la operación pero que aún está dormida. Tiene un brazo roto y una pierna que necesita rehabilitación. El problema está en el cuello y en la cabeza, según dicen los médicos, se dio un fuerte golpe contra el volante pero el airbag hizo que fuera más leve. Aún así, quieren dejarla hospitalizada unos días para vigilar que no le salga ninguna hemorragia cerebral.

El médico nos dice que aún no podemos entrar y que ya nos avisaran cuando podamos, pero que de momento, nos quedemos en la sala de espera sentadas.

—Acabo de llamar al trabajo, me han dado unos días, haced vosotras lo mismo y nos vamos turnando para quedarnos con ella.

—Yo ya lo he hecho de camino aquí, pero apenas me dan unos días... —nos informa Giselle.

—Bueno, algo es algo.

—A mi solo me han dado 3, mañana, el lunes y el martes así que el resto de días solo podré venir cuando acabe en la consulta —dice Mae.

—Voy a llamar a su madre, una de vosotras que llame a su padre —ordeno, porque, al fin y al cabo, soy algo así como la madre del grupo.

***

—Ya la he llamado y dice que viene para aquí —anuncio.

—Su padre dice lo mismo —contesta Giselle.

—Señoritas, ya está despierta y pregunta por vosotras. Ya pueden pasar —oímos decir al médico.

Le damos las gracias y nos dirigimos a la habitación y entramos. Las tres nos hemos quedado paradas y blancas, Leah está en la cama rodeada por tubos y máquinas que emiten un pitido. Da miedo ver algo así, no es agradable y más cuando la persona que está ahí siempre está dando guerra, porque no sabe el significado de paz y tranquilidad.

—Hola —nos dice ella con voz cansada.

—Vas a estar unos días aquí, así que nosotras nos quedaremos contigo y tu padre y tu madre están de camino —murmuro, sé que no le va a gustar porque sus padres harán un tercer grado y no dejarán de sobreprotegerla.

—Vale.

—Anda duerme que estás cansada, luego hablamos —dice Mae.

—Pero...

—No nos vamos —la corta Giselle.

—Vale —se da por vencida mientras cierra los ojos y se queda dormida al instante.

***

Estamos a martes, han pasado unos días desde el accidente, Leah está mejor, pero su cabeza... bueno, dicen que está estable pero no se fían. Tiene muchos moratones y heridas que le duelen, el cuello no lo puede mover y el brazo y la pierna están exactamente igual, pero nos han dicho que mañana por la tarde le darán el alta y podremos irnos, pero que aún así tendrá que estar más de dos semanas en la cama y mucha fisioterapia.

Llevo días notando cosas raras en esta habitación. El mismo día del accidente, vinieron sus padres y la atosigaron a preguntas, lo normal vamos, pero las cosas empezaron el domingo. Ese día vino una chica, que se supone que es compañera de trabajo de Leah pero noté, que para ser solo compañeras y amigas de trabajo tienen una relación algo extraña..., cuando ella se fue, al poco rato se presentó un tal Sergio. Nosotras no teníamos ni idea de quién era pero por como se miraban esos dos, supimos que se conocían, así que nosotras nos fuimos y los dejamos "solos", que al igual que cuando vino la chica, estábamos escondidas detrás de la puerta escuchando. Parecíamos idiotas, pero la cuestión era que teníamos que enterarnos de lo que estaba pasando fuera como fuere. Cuando él se fue y nosotras tres entramos se quedó una sensación en el ambiente algo rara, tensa, extraña, como aquellos silencios vacíos de palabras qué, sin embargo, están llenos de mundos por decir.

En cuanto a mí, estoy algo agobiada, nunca me ha gustado estar encerrada y mucho menos si es en un hospital. Me paso los días leyendo, trabajando y pensando en si él me habrá escrito algún correo, pero como llevo desde el viernes sin pisar la editorial, no sé nada. Me extraña que, precisamente yo, me preocupe por si me ha escrito algún correo cuando siempre me ha dado igual lo que estuvieran haciendo el resto de personas, ya fueran chicos o chicas, a excepción de mi familia y mis tres amigas, claro.

Y hablando del rey de Roma, por la puerta asoma...

Número desconocido: Ratoncita de Biblioteca, ¿te has enfadado?

Ratoncita de BibliotecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora