17. Te prometí que seguiría hasta el final

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Will

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Will

—¿Dónde está mi sujetador negro?

Vanessa se echó a un lado el cabello rubio. Era morena la última vez que estuvo allí y recordé que su sujetador acabó volando por algún sitio del salón.

—En la secadora.

—¿Para qué lo lavas si estaba limpio? —me reclamó.

—Tampoco era necesario que la insultes y aun así lo hiciste —dije mientras ella entraba en la cocina.

Sus ojos se pusieron en blanco y se agachó para abrir la secadora. Yo me apoyé en el marco de la puerta, mirándola y recordando lo que acababa de decir. Solo tenía una parte de la historia, pero lo suficiente como para inquietarme. Ver a Evans al borde de las lágrimas, avergonzada y dolida, me hizo reflexionar sobre lo que Vanessa había sugerido.

—No haberla invitado. —Sonó infantil y molesta sacando el sujetador de la secadora.

Sonreí de lado, se había enfadado y estaba celosa.

—Dijiste que te daba igual y yo invito a quien quiero. —Se puso en pie con el sujetador aún en la mano—. Aurora puede entrar en mi casa.

—¿Y a tu cama?

—¿Algún problema? —cuestioné.

En mi mente, jugué con la idea de que su enfado aumentaría, que arrojaría el sujetador con más fuerza, y luego, en un giro familiar de nuestros encuentros, me buscaría para un beso que calmaría la tensión. Una parte de mí le gustaba esa explosividad. Sin embargo, se rio cínicamente.

—En serio, esto es ridículo —dijo ella—. ¿Qué has visto en ella? ¿Es que quieres follarte a una virgen? Porque siento decepcionarte, pero...

Eso fue demasiado lejos. A eso lo llamo yo un golpe bajo, como apalear algo que ya está muerto.

—¿Qué demonios sabes tú sobre lo que quiero o dejo de querer? —respondí, mi voz goteando con un tono de peligro latente—. No te atrevas a menospreciar a Aurora de nuevo. Te advierto, Vanessa, si vuelves a cruzar esa línea, te arrepentirás. ¿Querías que no volviese a salir con nadie? ¿Esperarte como un gilipollas mientras tú estás con ese idiota del tutú?

Me fui de la cocina. Sabía que ella me estaba siguiendo y bastante cabreada. Evans no había salido del baño, supuse que esperaba que Vane se marchara. Creo que a nadie le gusta que su némesis, quien le hizo derramar lágrimas, esté presente.

—Ella no sabe nada de ti —dijo Vane tocándome el hombro desnudo y colocándose frente a mí, aunque más cerca—. Nunca va a entender nada.

Su mano acarició una vieja cicatriz. Ambos compartíamos marcas que solo el otro sabía. En ese momento, teniéndola a medio metro de mí, el peso de tanto tiempo sin tocarla pesaba demasiado.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora