70. Ya me callo

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Apenas comí ese día, lo cual implicó que logré perder un centímetro de muslo y a Will

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Apenas comí ese día, lo cual implicó que logré perder un centímetro de muslo y a Will. Bueno, este último nunca fue mío para perderlo. Hablé con él para decirle que no quería verle. En parte, era por culpa. Me avergonzaba haber perdido tanto el control sobre mí. Me asqueaba de solo recordar la noche de la borrachera y el vómito. Sentía que apenas quedaba nada de mí.

     Papá dijo que podía faltar al instituto, lo cual me permitió recuperarme para el día de las fotos. Intentó hablar conmigo, él también había vivido una ruptura y le sirvió apoyarse en otra persona. Yo quería que la borrachera no hubiera afectado al número de la báscula.

     Me herví agua para hacerme un té verde (dos calorías). Había leído que era común que, tras una operación de estómago, los pacientes solo consumían alimentos líquidos y perdían peso. Cada gramo menos era una pequeña victoria.

     Cuando la tetera silbó, vertí el agua caliente en la taza y sumergí la bolsita de té. Observé las burbujas mezclarse, ignorando a las miradas de Gloria.

     —Eso no es un desayuno —dijo ella mientras limpiaba la encimera—. ¿Te preparo un gofre?

     Gloria se ató los cordones del delantal. Noté la tensión en el aire. Fruncí el ceño, sintiéndome incómoda con la sugerencia.

     —No, te lo agradezco —respondía algo seca—. Voy a mi habitación ya.

     —Si te pasara algo malo, ¿me lo dirías?

     —Claro —dije sin más—. ¿Por qué me preguntas eso?

     —Nunca te había visto tan delgada.

     —Gracias.

     —No es un halago, cariño. Sé que te has saltado comidas, te pasas horas en el ático y quiero saber por qué no me contaste que te desmayaste hace poco.

     Mi cerebro sumó uno más uno. Solo hubo dos personas que podían saber lo que hice. Una estaba semicomatoso en el sofá y la otra me vio abrazada al inodoro. Busqué mantener la compostura, reprimiendo el temblor que amenazaba con delatar la vergüenza que se agolpaba en mi interior. Me cubrí el rostro, sacudí la cabeza y dejé escapar un aliento.

     Gloria, con los ojos entrecerrados, soltó:

     —¿En clase te han dicho que bajes de peso o ha sido William?

     —Wolf no me ha dicho nada —dije en una octava más alto— y tampoco me han pedido que pierda peso en las clases.

     —También me dijeron que has vomitado.

     Me quedé congelada por unos segundos, sin emitir sonido y apenas respirando. De la boca de Gloria salieron palabras de consuelo, pero yo no podía oírlas. Mi cabeza entró en un bucle. Solo prestaba atención a lo que aquello significaba. La interrumpí con el chirrido de la silla al levantarme.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora