37. Secretos

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Will

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Will

La verdad es que no me sentía orgulloso de mentir a Aurora, pero no me quedaba otra. Ella no podía saber quién me había llamado en realidad, ni que debía ir a la dirección que me acababan de enviar.

     Atajé por un callejón. La mayoría de las farolas estaban rotas en aquel barrio. Había muy pocos peatones que transitaran a esas horas entre semana. El viento nocturno era frío y cortante, como una guadaña. Metí las manos en la chaqueta de cuero, aceleré el paso y llegué a una nave industrial. Junto a la entrada estaba un letrero bastante viejo que indicaba que ese edificio se trataba de un guardamuebles. En ese momento, entendí el número que Jasper me pasó. Comprendía que no quisiera citarme en su casa, pero de ahí a hacerme visitar los sitios más remotos de la ciudad existía un gran trecho.

     Chasqueé la lengua y entré en el lugar. Solo se escuchaba el sonido de mis botas contra el suelo de hormigón mientras andaba delante de las diferentes puertas. Fui buscando hasta encontrar el trastero número 2016. Desde fuera, se apreciaba una luz procedente del interior, la cual se colaba por la parte baja.

     Agarré la manilla y deslicé la puerta, haciendo un sonido metálico. Jasper se encontraba rodeado de cajas cubiertas de polvo, muebles viejos y otros objetos olvidables.

     —Mira quién se digna a venir. —Su voz tenía un tono de desaprobación que me molestó.

     —¿Tienes algún fetiche con los putos sitios raros? —pregunté y cerré tras de mí para que nadie nos escuchara.

     El trastero era un tres por tres, lleno de cosas inservibles que ocupaban la mayor parte del espacio y la luz amarilla le daba un aspecto más deprimente. Costaba moverse sin tirar nada. Puede que el aire viciado tuviera amianto y nos estuviera quitando días de vida al estar metidos en aquel lugar.

     —Se llama seguridad —respondió con el ceño fruncido, soltó un montón de carpetas de papel manila sobre una mesa y levantó una nube de polvo—. Te diría que tomaras asiento, pero no tenemos tiempo. Debo revisar varios expedientes, mi gata acaba de dar a luz a cuatro bebés y ahora me entero de que has mandado al hospital a tres estudiantes. ¡Muy bonito!

     Había evitado aquella charla durante la semana, pero no era imbécil. Sabía que, tarde o temprano, aparecería Jasper para recriminarme.

    —Es un milagro que no grabaran la pelea y que nadie la subiera a internet.

     —Lo sé.

     —Es muy egoísta por tu parte —dijo mientras buscaba entre los papeles—, te pones en peligro tanto a ti como a tu hermana.

     —Joder, ya lo sé. ¿Tienes los detalles de lo que ocurrió?

     —El director me llamó y me puso al tanto.

     —Entonces, sabrás por qué lo hice. —Le miré con hastío y me crucé de brazos, apretando la mandíbula.

     —Que quisieran molestar a una chica, no significa que puedas golpear a nadie.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora