35. Tensión

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Soy de esas personas que atraen los problemas como un imán, la ley de Murphy en carne y hueso

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Soy de esas personas que atraen los problemas como un imán, la ley de Murphy en carne y hueso. Acababa de escapar de aquellas bailarinas rabiosas y me encontraba ni más ni menos que en la moto de mi mayor enemiga y de mi ex mejor amiga vestida con el leotardo de danza. El destino era caprichoso.

     La moto rugía debajo de nosotras y el viento me golpeaba la cara. Vanessa frenó en seco delante del semáforo y ambas acabamos jadeando por la intensidad del momento. La garganta me latía como un segundo corazón.

     —Suéltame. —Fue lo primero que me dijo.

     Me di cuenta de que estaba abrazada a ella igual que un koala a una rama de eucalipto, la fuerza de la costumbre y el terror. Terminé soltándole la cintura.

     —Explícame qué acaba de pasar —me exigió y se levantó la ventanilla del casco para mirarme con el ceño fruncido—. ¿Por qué te han lanzado un trozo de satén y silicona?

     —Entré en el vestuario y me habían cortado el sujetador. —Me alivió descubrir que mis cuerdas vocales no se habían quedado paralizadas—. Entonces, me defendí y ellas me insultaron... —Mi voz fue menos consistente—. Luego, puede que les vaciara un espray de pimienta.

     —¿Gaseaste a esas tipas?

     —Solo un poquito. —Acerqué el índice al pulgar hasta casi rozarlos.

     Vanessa apartó la vista y apretó los labios. Parecía igual de seria, pero el leve movimiento de pecho me indicó que contuvo una risa.

     Tras el subidón de adrenalina, me aferré al asiento mientras ella conducía y respiré hondo. Fui más consciente de los detalles. El dolor latente en el hombro. La presión en mi garganta. El olor de su perfume, aroma a cuero y naranja inundó mi nariz. Piel curtida de vaca y cítricos, me recordó a cuando teníamos 16 y dimos nuestra primera vuelta por la ciudad.

     —Gracias por ayudarme.

     —No me las des —dijo, al tiempo que aparcaba junto a la acera—. Si no te hubiera ayudado, formaría parte de un homicidio.

     —¿Te importa que me vista aquí y deje de molestarte?

     —Haz lo que quieras, voy a comprobar cómo está la parte de atrás de la moto.

     Se levantó sin mirarme. La tensión entre ambas se podía cortar con un cuchillo. Todavía incómoda con la situación, decidí que lo mejor era ponerme la ropa y marcharme pronto aunque eso implicara ponerme la ropa en la calle. Saqué el abrigo, un pichi que empezaba a quedarme grande y las deportivas. Me dejé el leotardo porque a falta de camiseta, podía pasar como un boddy hasta que llegara a casa. Retiré los pasadores del recogido y liberé el flequillo para estar más cómoda. Vanessa estaba junto a la rueda trasera con un cigarrillo en la mano.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora