32. Me gustan tus colmillos

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—¡Bájame, no puedes cargarme así! —logré articular, una sensación de vértigo me apretaba la garganta

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—¡Bájame, no puedes cargarme así! —logré articular, una sensación de vértigo me apretaba la garganta.

—Evans, levanto más del doble de tu peso en un día que me siento flojo.

No tengo claros aquellos minutos. Sé que me pregunté si alguien podía morir de vergüenza, muchas personas vieron esa escena donde Will me cargaba como si yo fuera princesa. No sabía dónde esconderme, así que escogí el cuello de él porque al menos así disfrutaba de su delicioso aroma.

En un momento estaba entre sus brazos y al siguiente me encontraba sentada, con un vaso de algo humeante delante. Arrugué la nariz, era chocolate (200 calorías) y no podía negarme a tomarlo por mucho que no me apeteciera.

—Bébetelo todo. —El tono de Will estaba cortado en advertencia.

Observé su gesto de enojo poco disimulado. No sabía si se enfadó conmigo por tener que ayudarme o decir que estaba bien justo antes de un bajón de azúcar. Acabé aceptando el vaso. Cuando di el primer sorbo, empecé a ser un más consciente de la situación. Emily estaba sentada a mi lado, apartándome el cabello de la cara. Will se encontraba a mi derecha, apoyado contra la máquina de bebidas. Me dolía la cabeza, la mejilla, el labio y el orgullo. Al menos no había ningún doctor guaperas comprobando mis constantes vitales.

—Ya estoy casi bien —respondí con algo más de glucosa en sangre.

—¿Cómo se te ha podido olvidar el desayuno y el almuerzo? —preguntó Emily logrando que me revolviera en el asiento.

—Con todo lo que ha pasado hoy... —mentí, solo había olvidado almorzar. No desayunar fue una decisión consciente.

Di otro trago, no iba a negar que el chocolate era delicioso a pesar de ser casi azúcar. Inspiré y expiré de forma acompasada por la boca. Tuve que insistir en que no llamaran a ningún médico o peor, a mi padre. Quería quitarme el dolor de cabeza y marcharme a casa.

La hermana de Em llegó, pegando un par de bocinazos con el claxon de la moto para que saliera.

—Cuídala —rogó Emily a Will—. No permitas que haga tonterías.

—Con ella es imposible —contestó él sentándose en el sitio que antes ocupaba mi amiga.

—Os estoy escuchando —dije yo.

—Lo sé, pero es parte de su encanto —contestó Em sin mirarme, como si yo no estuviera.

—Sigo aquí.

Terminé el chocolate y apreté el vaso de cartón hasta dejarlo inservible. No era el increíble Hulk, pero podría recoger mis pedacitos de orgullo desperdigados por el suelo si presionaba los hombros para abajo, estiraba el cuello y mantenía la espalda recta.

—Me aseguraré de que no haga ninguna gilipollez más —comentó él.

—Parece que he muerto y ahora soy un fantasma. —Parpadeé hacia Em, quien se acercó a mí para apartarme el flequillo y dejar un beso en la frente.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora