57. Me vas a volver loca

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Todo estaba saliendo a pedir de Milhouse

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Todo estaba saliendo a pedir de Milhouse. A lo largo del día, disfrutamos de los pequeños placeres en semejante lugar: caminar por los viñedos, comer carne marinada, visitar las bodegas o probar vino. Mi abuela aprovechó para contar sus años como musa de algunos diseñadores de renombre.

Blanca no quería despegarse de Will. Después de descubrir que le gané, mi hermana parecía obsesionada con la idea de superarle en algo. Sacamos nuestro arsenal de juegos de mesa, pero ella no obtuvo ninguna victoria. Jugué con ellos hasta que me cansé de quedar siempre en último lugar. Entonces, decidí ayudar a mi abuela con los preparativos de la fiesta. Estuvimos organizando las mesas de los invitados, elegido el vino que se serviría y establecido la hora en la que se lanzarían los fuegos artificiales. Algunas de mis tías confirmaron su asistencia y eso me hizo ponerme nerviosa.

La bodega estaba impregnada del aroma a roble y uvas maduras. En los estantes exhibían botellas cuidadosamente alineadas. Me senté en una silla junto a la mesa de cata de vinos al lado de Mary, rodeadas de copas de cristal y una selección de vinos tintos y blancos. Examiné las etiquetas de las botellas mientras escuchaba a mi abuela.

Después, salimos a la acogedora terraza. La luz de la tarde daba al cielo un matiz anaranjado. Mi abuela volvió a contar historias que ya me había narrado en otras ocasiones. Un ritual que siempre parecía gustarle, casi me sentí tranquila. En esos viajes poco podía hacer para controlar las cantidades de comida.

—Blanca me preocupa mucho. Se comporta de una forma tan... ¿Tu padre no hace nada o se lo deja todo a esa empleada doméstica?

—Cada persona tiene su propio ritmo de maduración —le recordé.

No sé por qué, pero me imaginé a mi hermana como una uva. Tampoco pasé por alto el tono de reproche tanto hacia papá como a Gloria.

—Tú sí sabías comportarte —dijo en un tono de reproche—. Siempre hacías lo que se te pedía.

«Es que yo soy más sumisa.»

Sacudí la cabeza y me callé, no valía la pena discutir. Ella me ofreció una segunda copa de vino tinto.

—Estoy a dieta para la obra —la rechacé.

—He notado que estás más delgada —dijo, al tiempo que sostuvo una copa—. Recuerdo cuando era bailarina: apenas probaba bocado. Así podía beber los fines de semana.

Levanté la vista y me encontré con la mirada perspicaz de Mary.

—Ahora tengo que estar en la mejor forma posible —me justifiqué.

—Comprendo —respondió. Mientras apuraba la bebida, su mirada se mantuvo atenta en mí—. Siempre estaba muerta de hambre. Apenas comía y, aun así, tuve que adelgazar para algunos castings. No estoy orgullosa de ciertas cosas.

Parpadeé sorprendida. Me vino a la cabeza lo increíble y hermosa que se veía en sus fotos. Siempre había admirado la confianza que irradiaba, como si las puertas del éxito, la fama y el dinero se hubiesen abierto ante ella sin apenas sacrificios.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora