18. Mamá, ayúdame a volar

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Aurora

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Aurora

Antes de la audición, debíamos pasar por una revisión médica. Éramos una veintena de chicas en ropa interior, esperando a que nos llamaran a la enfermería para comenzar la prueba y comprobar que todo estuviera a punto. Emily se sentó a mi lado, llevaba un lindo conjunto de encaje celeste y yo me aseguré de que tanto el sujetador como las bragas no fueran de unicornios. Intenté mantenerme serena y con el moño bien hecho en mi silla plegable, acostumbrada a cambiarme delante de todas ellas, pero Sharon estaba aún en la habitación, luciendo más delgada desde la última vez que habló conmigo.

Me dolía el estómago, no comí por miedo a vomitar del estrés y a no tener un peso adecuado en el momento en el que subiera a la báscula. En una hora tenía que demostrar de lo que era capaz con mis puntas. Yo me sentía en plena forma, pero era la opinión del doctor la que importaba. Si encontraba un fallo: las caderas mal, una desviación en la columna o incluso un arco insuficiente podrían ser un indicador de producto defectuoso.

Emily empezó a moverse en su silla y giré el tronco, dándome cuenta de que estaba poniendo morritos delante del móvil.

—¿Te haces fotos aquí? —le pregunté.

—Es un regalito para Derek —respondió colocándose el cabello—. Apenas se me ve la cara.

—Confías mucho en él —comenté aguantando las ganas de añadir algo.

—Es que él me ha mandado también, ya lo viste sin camiseta. —Me lanzó una mirada felina y enamorada—. Es hermoso, tengo los labios cortados por su culpa.

No veía mal que le enviara fotos sugerentes. Quizás, lo que me preocupaba era la cantidad de confianza y seguridad que tenían tras tan poco tiempo. Yo no había tenido el ejemplo de relación perfecta con Peter, pero sí sabía que la confianza no se genera comiéndote a besos a la otra persona.

Emily y yo charlamos, aunque gran parte del tiempo las palabras Derek, amor y sexi se repetían, lo agradecí porque no estaba pendiente del médico o de Sharon. Luke fue educado y no dijo nada sobre esta última, así que yo pude contárselo a ella cuando estuve preparada, bastante tenía ya con ocultar lo que pasó en casa de Will. Estuvimos así hasta que dijeron mi nombre. Me levanté de la silla y Emily me mostró los dedos cruzados en señal de suerte. Con cada paso podía sentir el latido del corazón.

Abrí la puerta, la enfermería consistía en una habitación con paredes blancas llenas de posters anatómicos, suelos de mármol y un olor antiséptico que quemaba las fosas nasales. Había un escritorio y, justo detrás, un hombre en bata de unos cuarenta años bien llevados o de treinta muy descuidados, quien revisaba algunos papeles.

—Ponte en la camilla, tumbada —me indicó levantándose.

Obedecí, colocándome boca arriba en la camilla de poliéster desgastado y contuve el aire. El tipo situó las manos enguantadas en látex frío sobre mis piernas y comenzó el examen. Revisó cada articulación, músculo y hueso en busca de cualquier indicador de un mal funcionamiento. Era como un perro de concurso siendo medido centímetro a centímetro mientras manipulaban mi cuerpo.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora