60. Te lo prometo

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Siempre me ha gustado dormir acompañada

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Siempre me ha gustado dormir acompañada. De pequeña, me costó desterrar mis peluches de la cama y conciliar el sueño sin algo a lo que abrazarme. Descansaba muy bien las noches en las que Eric se acostaba en mi habitación tras tener una pesadilla. De ahí que no me sorprendió encontrarme sobre el pecho desnudo de Will esa mañana.

     Sentía sus enormes manos sobre mi cuerpo, rodeándome con una calidez reconfortante. Alcé el rostro para verle. Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas y pintaban su cara con una luz dorada. Las cejas estaban relajadas, los labios entreabiertos y su respiración era profunda. Nada que ver con la imagen de la noche anterior.

     «Le estoy viendo dormir y tocándole. Puede que sí sea un poco acosadora».

     Mis pensamientos giraban en círculos sin dirección. Había confesado uno de los episodios más oscuros de mi vida a Will. Dios, también dije que le quería. Reaccioné sin medir, ahora estaba consumida por los nervios y dudas.

     Había visto una sonrisa en sus labios después de la confesión, pero eso no necesariamente significaba que él compartiera mis sentimientos. ¿Fue por compasión? La vulnerabilidad de aquel momento seguía fresca en mi memoria.

     Ante aquella incertidumbre, volví a apoyar la cabeza en su pecho. ¿Cuántas personas pueden dormir sobre los pectorales de su crush? No muchas y yo era una de las afortunadas. Qué lujazo.

     La realidad se hizo presente cuando mi móvil comenzó a sonar. Pegué un respingo y me abalancé sobresaltada hacia la mesilla, pero Will gruñó medio despierto.

     Apagué la alarma aguafiestas y me senté en el colchón.

     —¿Por qué demonios tienes una alarma los fines de semana? —murmuró, rodeando mi cadera con sus brazos. Apoyó el rostro en mi muslo.

     Esa simple acción hizo que se me pusiera el vello de punta.

     —Me gusta levantarme pronto... —dije, más quieta que una estatua.

     Le observé con ternura. Nunca me cansaría de contemplarle con el cabello revuelto y la capa que formaban sus pestañas. Me fijé en lo oscuras que eran en contraste con su piel. Las venas de sus fuertes brazos eran azules, como vetas en el mármol. Ese hombre era guapo hasta para perder el sentido.

     —Levanta. —Le puse un mechón detrás de la oreja.

     Él emitió un sonido ronco. Acaricié su cabello y me pregunté si alguna vez me dejaría hacerle una trenza vikinga. Mi vejiga empezó a protestar.

     —Will —insistí.

     —Es muy temprano. —Me apretó más fuerte—. Cinco minutos.

     —Mmm... —pronuncié, fingiendo que me lo pensaba. Bueno, habían necesidades fisiológicas que podían esperar.

     —He soñado contigo —dijo, aún con los ojos cerrados—. No estoy seguro de cuánto dormí, pero es mejor que cualquier sueño que haya tenido en mucho tiempo.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora