53. Fingir que me quieres

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Mi padre no me preguntó por lo que hicimos, directamente

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Mi padre no me preguntó por lo que hicimos, directamente. Insistió en la importancia de los métodos barrera, los múltiples casos de embarazo en chicas de mi edad que atendió y la posibilidad de recetarme pastillas anticonceptivas.

Me encontraba mareada y sin fuerzas. No había dormido demasiado la noche anterior, aunque no me arrepentía de ello. Notaba una presión sorda y un leve mareo que me impidió probar bocado a la hora de comer. Decidí que lo mejor era compensar. Estaba tan cansada que solo quería meterme en la cama, cerrar los ojos y dejar pasar el día. Al menos, el hambre desapareció durante unas horas. Viéndolo en retrospectiva, creo que nadie se daba cuenta de mis conductas porque yo siempre tenía una dieta diferente y solía comer en mi habitación.

Sabía que dormir para evitar el hambre no era la solución más saludable. Además, sentía que no podía hablar de ello con otra persona sin que me juzgara. Nadie iba a aceptar mis métodos para verme mejor, pero sí el resultado. En ese punto, debí darme cuenta de que, si debía mantener algo oculto a mis seres queridos, lo más probable es que fuese verdaderamente malo. Ya era la hora de ponerse en marcha cuando me desperté y fui al armario para cambiarme. No me quité la camiseta de Will hasta ese momento porque aún conservaba su olor. Esnifé la prenda como una adicta a la cocaína antes de guardarla. A menos que él me la pidiera de vuelta, yo no pensaba deshacerme de ella. Ladrona, pero no tonta.

Me puse un jersey ancho, unos vaqueros y, lamentablemente, las gafas de pasta. Decidí ponerme la gorra negra, ya que no podría quedármela más tiempo. Bajé las escaleras y, desde ahí, pude ver a Gloria andando de un lado a otro de la cocina, como pollo sin cabeza. Se quejó media docena de veces por no avisar con antelación y tener que preparar una cena especial cuando la mayoría de las tiendas estaban cerradas. Mi estómago se retorció de hambre por el olor a asado que estaba cocinando papá.

Salí al porche y respiré hondo. La brisa acariciaba mi rostro, trayendo consigo el aroma fresco de las rosas del jardín. Necesitaba estar fuera, esperar a Wolf y preguntarle qué demonios íbamos a hacer. A los pocos minutos, vi el Volvo plateado de Will cruzar la calle hasta detenerse cerca de casa. Él bajó del auto. Estaba relajado e insoportablemente guapo.

—Qué empollona tan sexi —dijo él en un tono juguetón.

Le lancé una mirada envenenada mientras se acercaba. Antes de que pudiera replicar, Wolf me tomó del mentón y me dio un suave beso en los labios. Me quedé quieta en mi sitio, con el corazón martilleando en el pecho. Estaba boquiabierta, sonrojada y sin palabras.

Cuando se separó de mí, dije con voz temblorosa:

—Por favor, no me beses si no es necesario.

Me ponía muy tontorrona si hacía eso. No era momento para perder la mitad de mi inteligencia. Me sentí más tímida de lo normal.

—No pude resistirme —dijo con una sonrisa pícara en los labios—. Te ves muy bien llevando gafas, lo prometo. No sabía que las usaras.

—Necesito descansar la vista después de la piscina y dormir con lentillas.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora