62. Hace demasiado calor

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Will

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Will

     —Vamos a terminar con esta mentira.

     Sabía que íbamos a acabar así. Lo supe desde antes. Pasé todo el día esperando ese momento. Sin embargo, la impaciencia me carcomía. Fue la única vez en mi vida que me he confesado.

     Aurora abrió la boca al oír mi respuesta. Tenía la piel ruborizada y los labios hinchados. Entonces, agachó la cabeza y soltó una exhalación. Durante unos segundos, me sentí expuesto. Necesitaba verle la cara para saber qué pasaba por su mente.

     Al fin, alzó el rostro y yo me quedé petrificado. En sus ojos llenos de vergüenza vi lágrimas que le surcaban las mejillas. La esperanza nació en mi pecho.

     —Es posible —habló en voz baja y parpadeó muy rápido.

     Esa chica iba a volverme loco en más de un sentido. Parecía intranquila, como si no creyera en mis palabras. Quería todo de ella. Yo no estaba para bromas, así que la miré muy serio. Por primera vez sentí miedo a algo que no fuese mi padre: ser rechazado por ella.

     —Hablaré con Vanessa —dije para dejar claras mis intenciones—. Va siendo hora de dejarnos de tonterías, ¿no crees?

     —¿Tonterías? —preguntó con una mirada intensa.

     —Para mí, sí. No quiero ocultar lo que siento, rubita. Contigo todo es algo que jamás he experimentado antes. No necesito nada más.

     Aurora se aferró a mí y acercó la boca a mi oído para decir:

     —Para mí, hace tiempo que dejó de ser una tontería.

     Un calor líquido me recorrió las venas. Mi corazón latió con fuerza. Una alegría incontrolable se apoderó de mí. Pensé en cómo habíamos acabado así, solté una risa suave y estreché su pequeño cuerpo. Disfruté de la sensación de saber que ella era mía.

     Sentía muchas cosas en ese momento. Por ejemplo, el deseo de besarla. ¿Y para qué coño iba a contenerme? La besé justo como necesitaba, hasta que los dos terminamos jadeando. El ritmo de nuestros latidos se sincronizó, igual que una canción en la que ambos conocíamos la letra y la música. Sabía a vino, un sutil recordatorio de que no podía hacerle todo lo que quería en ese instante.

     La noche se iluminó con fuegos artificiales. Las explosiones de colores y chispas llenaron el cielo nocturno. El resplandor de las luces se reflejó en el rostro de Aurora mientras continuábamos besándonos. Su cara estaba iluminada y sus ojos parecían llenos de estrellas. Una sonrisa se dibujó en sus labios.

     Que se joda Aaron, Adam, Abel o como se llamara ese idiota. Yo también la había besado y mejor con fuegos artificiales.

     —Deberíamos volver —susurró ella mientras se acomodaba la ropa.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora