44. Inmadurez

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Me quité el esmalte de uñas rojo y apliqué doble capa de negro

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Me quité el esmalte de uñas rojo y apliqué doble capa de negro. Mientras esperaba que se me secara la manicura, revisé los mensajes en el ordenador. Emily había faltado a clase porque Derek la invitó a un paseo en moto y no daba señales de vida. En mi opinión, el mejor canal para comunicar una infidelidad no es a través de un mensaje de texto, por lo que decidí hacerlo cuando la viera en la fiesta de Jin.

     Eres muy dulce, demasiado para mi gusto. Nunca podría estar con alguien como tú en la realidad, recordé y volví a sentir tanto fuego como dolor en mi pecho.

     No quería desenredar la maraña de emociones que Will me provocó la noche anterior. Por un lado, estábamos enfadados por la posibilidad de que el otro estuviera con alguien más. Detestaba la simple idea de que él se hubiera acostado con esa chica. Una cosa era que yo no fuese su tipo y otra muy distinta, mentir con descaro. Por último, nunca debes decir a una persona bajita que es enana. Durante años, había recibido comentarios en cuanto a mi físico: pequeña, pecosa y paliducha. La triple p que odiaba con la intensidad de mil soles.

     Saqué la artillería pesada y con artillería, me refiero a los vestidos de mi abuela. Concretamente, el vestido ceñido de cuero negro. Un arma mortal. También las medias de rejilla y las botas stiletto hasta el muslo que utilizaba dos veces al año. Estaba harta de verme como una princesa y no pensaba permitir que el disfraz reflejara eso.

     Necesitaba ayuda, por lo que me crucé al otro lado del pasillo y me acerqué a la habitación de mi hermana. Había un cartel de prohibido el paso a los mundanos colgado en la puerta, pero aquello era un llamado de emergencia. Toqué antes de entrar. Nadie me respondió, así que entreabrí la puerta.

     Blanca estaba sentada en una posición extraña... para la mayoría. Tenía los pies en el sillón, inclinada sobre el escritorio mientras dibujaba en la tableta. Puede que esa postura fuera la culpable de sus futuros dolores de espalda.

     —¿Blanca? —la llamé.

     —No puedo hablar, concentrada —respondió sin mirarme.

     —Es que necesito que me hagas un favor.

     —No puedo.

     —Ni siquiera te he dicho qué es.

Hecha de Estrellas (TERMINADA, editando borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora