Capítulo 12.

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— ¡Ginger! —Alcé la voz al quedar más cerca de ella. Su mano se alzó, y golpeó graciosa mi hombro. La cartera que llevaba (llena por la ropa de Ethan y un par de libros) se escurrió por el brazo hasta caer al suelo. — ¿He llegado pronto?

Soltó una risa.

Parecía todo un milagro.

—Más o menos —dijo, arreglándose las gafas rojas de pasta que llevaba. —Unos cinco o seis meses de retraso. Pero todo bien, zorrita.

Descaradamente le saqué la lengua.

Ginger rodeó mi brazo con el suyo y, caminamos por el pasillo con una enorme sonrisa. No dejábamos de hablar, de ignorar a todo aquel que nos saludaba amablemente. Era extraño volver al instituto...ya que desde el año pasado no lo había pisado. Apunté con el dedo la clase de química avanzada, y detuve los pasos de mi amiga.

Ella movió salvajemente las trenzas que recogían su rizada melena.

Buscamos una buena mesa, y sin dudarlo, la ocupamos para nosotras dos. Ginger me tendió un chicle de fresa (algo que me hizo recordar a Byron), lo acepté y asentí con la cabeza a todo lo que ella soltaba.

La profesora Rachelle entró, provocando el silencio en el aula. Cerca de mí sólo se podía escuchar la risita de la loca que tenía al lado.

— ¿Qué pasa? —Enarqué una ceja.

No respondió.

Dibujó algo en mi cuaderno.

A Ginger no se le daba muy bien dibujar. Lo único que entendí en los garabatos era un cohete.

¿Por qué un cohete?

—En áfrica...—susurró. No lo entendí. —Ya sabes —movió la mano como si fuera de lo más obvio. —Vamos —quería pincharme con el afilado lápiz. Me aparté de su lado. — ¡¿Cómo tienen el pene allí?!

Había gritado tan fuerte, que la señorita           Rachelle soltó un grito asustada. Golpeó una y otra vez la pizarra con la funda de sus gafas de leer, y nos apuntó con una tiza para que nos calláramos.

— ¿Estás loca? —Bajé el volumen. —No he ido a África a ver penes.

— ¿No tienes curiosidad?

Ginger cada vez estaba peor.

— ¿Por qué iba a sentir curiosidad? —Rayé el "cohete" que tenía pintado en la libreta.

Ella alzó los hombros.

—Sólo te has acostado con Ethan.

¡Porque estaba enamorada de él!

— ¿Y?

La ignoré, pero ella no callaba.

—Hay más chicos en el mundo.

Chicos que dejaron de existir en el momento que mis ojos solo se centraban en el stripper, y mi mente lo retrataba constantemente. Hasta mis labios tenían la necesidad de besarlo por muy enfadada que llegara a estar con él.

— ¿Qué pasa contigo? —Dije, masticando un poco más y saboreando la fresa acida. —Tú también te has acostado con uno; Byron.

Soltó una carcajada.

La apunté con el dedo.

— ¡Qué puta! —Por poco me puse de pie.

— ¡Freya Harrison! —Era la voz de la profesora. —Unos meses fuera del instituto, y vuelve mucho más problemática que nunca. Las cosas han cambiado en mi clase, ¿entendido?

¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora