— Me gusta tu habitación —soltó de repente para romper el silencio que se formó de repente.
Lo miré por encima del hombro antes de girarme y saber porque le gustaba mi habitación. Byron con una sonrisa se dispuso a hablar. Se dejó caer contra la cama, acomodándose. En el tiempo que llevábamos juntos, casi (porque habían sido pocas ocasiones) había dejado la timidez a un lado.
Dos semanas. El tiempo pasaba tan rápido que casi podía ver las clases llegar.
— ¿Y puedo saber por qué? —quedé cruzada de brazos esperándole una vez más.
Miró el iluminado techo.
— Es...—no encontraba la palabra adecuada. —Es...
— ¿Pequeña?
Le di un empujón.
— No. Acogedora.
Siempre intentaba ser tan adecuado. Incluso prefería quedar fuera de mi propio hogar por miedo a que mi padre pensara que llevábamos una relación muy precipitada.
Lo importante era que nos gustábamos, que estábamos a gusto juntos, y nos añorábamos cuando ni siquiera podíamos vernos.
Doblé las piernas para caer en la cama, y hundí el colchón con las rodillas. Con una sonrisa que hizo temblar al mismísimo Byron, caí un poco más hacia delante, en busca de sus labios.
Lo besé.
Me había acostumbrado tanto a besarlo, que cuando se separaba de mí solo pensaba en el siguiente.
Los dedos de mi chico (que bien sonaba) apartaron mi cabello dejándolo detrás de mi oreja. Inclinó la cabeza, siguiendo con el beso antes de romperlo.
Lo raro es que no pasábamos de las caricias. Era como decir que ni siquiera había sentido su lengua en el interior de mi boca (y lo sabía porque en las películas daban demasiados detalles).
Todo eran besos demasiados vírgenes.
Suspiré contra su boca.
— ¿Te gusto?
— ¿Es una pregunta trampa? —enarqué una ceja cuando me respondió con otra pregunta. —Me encantas, chica chicle.
Siguió con esa sonrisa incluso cuando volvió a besarme.
Habían pasado catorce días. Catorce días donde no vi a Ethan, y él intentó no quedar delante de mi padre.
Realmente todo había cambiado. Era extraño no verle a primera hora de la mañana robándome el desayuno. Despertándome con una caricia y esa carcajada que me ponía el vello de punta.
Ethan desapareció de mi vida en un cerrar de ojos como yo le pedí. Pero el lado bueno de las cosas es que llegó Byron, el cual seguía en el anonimato para todos.
Novios, pero ocultos.
Me levanté con cuidado de su cuerpo. El sol dejó de entrar en mi habitación, así que era una buena hora para abrir las cursis cortinas que nos regaló mi abuela las navidades pasadas. Quedé delante de la ventana, y de un tirón las abrí.
No evité mirar la habitación de mi vecino. Estaba a oscuras (como de costumbre). Era como si Ethan no volviera después del trabajo. Ninguna noche la luz de su hogar estaba encendida, y era extraño.
Sacudí la cabeza, no podía pensar en él, no cuando Byron estaba en mi corazón.
Unos brazos arroparon mi cintura, y más tarde sentí algo de peso sobre mi hombro. La mejilla de Byron rozaba la mía.
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¡Mi vecino es stripper!
HumorFreya Harrison nunca llegó a pensar que su vida cambiaría por completo al decidir pasar el verano junto a su padre. Un bloque de apartamentos alejados del centro de la ciudad parecía ser la cosa más aburrida para a una adolescente...pero todo cambia...