— ¡Papá!
Fui directa a sus brazos apartándome de Ethan. Los brazos de mi vecino eran cálidos, pero más eran los de mi padre. Estaba preocupado, asustado y sentí sus dedos apretando el abrigo que cubría mi cuerpo del frío de la noche.
Estropeé la cita sin darme cuenta (pero tampoco lo avisé yo). Seguramente alguno de sus compañeros me vio en la sala de espera de urgencias, y preocupado lo llamó inmediatamente. Lo abracé tan fuerte como lo hacia él, y solté unas cuantas lágrimas en su hombro.
Él no parecía furioso conmigo, algo que realmente me calmaba. Acarició lentamente mi espalda, y susurró un –gracias. Quizás esa palabra iba dedicada a Ethan, o a cualquier dios de alguna religión. No lo sabía, pero no me importó. Estaba conmigo, había dejado a su cita en el precioso restaurante donde quedaron.
Y al levantar la cabeza me di cuenta que estaba equivocada. Detrás de él había una mujer no muy alta, de cabello corto y claro. Aferraba sus dedos en el llamativo bolso de noche. Nos miraba preocupada, y manteniéndose al margen de nuestro abrazo.
Me crucé con su mirada; ojos oscuros y llenos de miedo. Parecía que estaba asustada de mí.
Aparté mi cuerpo del de mi padre y lo miré a los ojos. En ningún momento buscó el apoyo de su cita, no. Solo existía yo en ese momento.
—Lo siento —me disculpé antes de que me gritara—, no lo he hecho apropósito, te lo prometo.
Ethan pasó su brazo por encima de mi hombro, arrimándome contra su tenso cuerpo delante de mi padre.
—John —lo nombró tranquilamente, con la confianza de siempre—, tu hija tiene razón. Ha sido un accidente.
Papá me cogió las manos con las suyas, acariciándolas.
— ¿Te ha hecho algo ese chico?
Reí mentalmente.
Él no me había gritado porque pensaba que me defendí de Byron; lo más posible es que en su cabeza estaba la imagen de mi novio toqueteándome y yo negándome a tener algo con él.
Y no. La única culpable fui yo.
—Byron no me ha hecho nada.
Recordé el dolor en su rostro, o los duros gritos que me obligaron a taparme los oídos con la palma de la mano.
Ethan volvió a interrumpir en la conversación.
—El culpable soy yo — ¿se estaba echando toda la culpa él? —. Freya estaba enseñándome un cuchillo, así que intenté quitárselo con la mala suerte que cuando lo solté, fue a parar en la pierna del chico.
Había aguantado las ganas de llamarlo —el chico torpe.
— ¿Eres consciente de que su madre seguramente te denunciará?
Mi padre tenía razón. La madre de Byron nos podía denunciar, ya que ante todo un cuchillo era un arma blanca.
—Sí —bajó la cabeza, evitando mantener la mirada a mi padre. Estaba avergonzado, era la primera vez que lo defraudaba. —Iré a hablar con Byron.
Cuando se apartó de mi lado, lo paré inmediatamente.
Estábamos solos, ya que mi padre dio media vuelta para hablar con la mujer que lo estaba esperando con un precioso traje negro.
—Quien le clavó el cuchillo...—me calló con su dedo.
—Yo empecé esa maldita discusión. No tú.
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¡Mi vecino es stripper!
HumorFreya Harrison nunca llegó a pensar que su vida cambiaría por completo al decidir pasar el verano junto a su padre. Un bloque de apartamentos alejados del centro de la ciudad parecía ser la cosa más aburrida para a una adolescente...pero todo cambia...