Capítulo 22.

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Ignoré las voces que se escucharon de lejos. Únicamente reconocí una, la de Ethan. Soltó una risa. Segundos después otro chico lo acompañó. Pensé de inmediato en Daniel; el mismo que consiguió tener el apartamento para él solo. Solo esperaba que su amante no hubiera vuelto a pisar el mismo suelo donde las suelas de mis zapatos pasaban (ya que unos viejos zapatos llenos de barro valían más que ella). Me removí en los asientos traseros, y solté un bostezo.

— Subiré el colchón por el ascensor. Tú encárgate de Freya.

Abrieron la puerta.

—Te la cuidaré —se inclinó hacia delante e intentó cogerme entre sus fuertes y depilados brazos. Siguió tirando hasta que rompió su promesa. Golpeó mi cabeza al sacarme. — ¡Maldición! Lo siento.

Abrí los ojos.

—Me has hecho daño.

Me toqué la cabeza.

Pasé una gran noche con Ethan, y ahora me saldría un bulto enorme en la cabeza. ¿No podía ser normal durante unas horas? ¡No! Mi rostro enrojecido del dolor; los labios apretados para no gritar; y ese bulto que saldría...me haría parecer un maldito alienígena caído de alguno de esos planetas sin descubrir. Era más que un bicho raro.

—Lo siento —repitió de nuevo.

—Ahora llévame como una princesa por las escaleras —le ordené. Daniel cerró los ojos. — ¿Qué?

—Un Déjà vu.

— ¿Perdón?

Alzó un poco más mi cuerpo.

Dan soltó una risita tonta.

—Recuerdos, Freya, recuerdos. Uno cuando va borracho hace muchas locuras — enarcó una de sus finas cejas. —Qué cosas.

¿Por qué me daba la impresión que Ethan estaría en ese recuerdo?

—Eres raro —le confesé.

Seguimos subiendo piso tras piso por las escaleras. Yo me encontraba cómoda en sus brazos...pero no eran los de Ethan. Estaba tan concentrada en la mirada de él, que me dio la impresión de ver que sus ojos bizqueaban un poco (y seguramente lo hacía para reírse de mí. Solo le faltaba sacar la lengua).

—Los raros dominaremos el mundo.

Al menos éramos más originales.

Aunque Daniel tenía un montón de fotos enfrente de un espejo sacando morritos...eso no era nada bueno para la humanidad. ¿Y ese intento de hacerse youtuber? Habían más de cien videos colgados por internet de él bailando con un tanga de leopardo.

— ¿Estás enamorado?

—Sí.

La bruja lo enamoró.

—Débora...— comencé, pero él siguió.

—De mí —rió, y me miró de reojo. —Por encima de cualquier mujer...siempre estaré yo. Una persona puede darse amor y placer...

— ¡No! — Grité, olvidando por completo que mi padre podía escucharme y más cuando estábamos tan cerca. —No digas eso.

— ¿Masturbarse?

Salté de sus brazos.

—Eso son cosas íntimas. No deberías decirlas.

Él me siguió. Llegando a burlase por mi reacción.

— ¿Tú...?

— ¡No!

Al cerrar la puerta, Ethan llegó hasta nosotros por los gritos que compartíamos. Nos miró a ambos, e hice lo que estaba deseando hacer. Correr hasta sus brazos y ocultarme del pervertido compañero de piso que teníamos.

— ¿Qué pasa? — Preguntó Ethan.

Daniel silbó.

—Nada.

Lo apunté con el dedo.

— ¡Se toca la cola! Me lo ha dicho — me miraron raro. — ¿Pene? ¿Miembro? Eso que os cuelga flácidamente cuando no estáis erectos...

— ¡Basta! Es hora de dormir.

Ethan siempre terminaba regañándonos como si fuéramos niños de cinco años. Tiró de mi brazo, y por encima del hombro, visualicé la burlona lengua de Dan.

Una vez en la habitación, se tumbó en la cama, y yo me quité las botas.

El teléfono móvil sonó.

Eran las tres de la madrugada.

— ¿Quién es? Insiste demasiado.

Eran mensajes de texto.

— N-nadie.

Tiré de la sabana.

Volvió a vibrar sobre la mesita de noche.

Si era Troy de nuevo...lo mataría.

Mi brazo quedó sobre su desnudo torso. Me acurruqué con él, y Ethan se movió hasta alzarnos a los dos de la cama. Cogió el teléfono móvil, a punto de leer el mensaje.

— ¡No!

Tarde.

Estaba en su poder.

—Estoy pensando en ti. Cada día te necesito más. Quiero desnudarte. Arrancarte la ropa con los dientes...— comenzó a leer el mensaje en voz alta.

 Tragué saliva.


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¡Mi vecino es stripper!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora