10.

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— ¿Señorita Olland? — preguntó Benedict, casi haciendo fuerza para no tutearla, por si había gente cerca - ¿Señorita Olland?

— Por aquí, Benedict — casi murmuró.

— ¿Estás bien? — preguntó, acercándose -demasiado- a ella.

Genevive asintió y tomó el barandal de la terraza, mirando el cielo oscuro.

— Estás muy ebria.

Volvió a asentir y sonrió un poco.

— Déjame llevarte a casa — dijo mientras se sacaba su saco, y lo posaba sobre sus hombros.

— ¿No sería eso muy obvio?

Él pensó unos segundos... ¿Cómo podía hacer para resguardarla de todos estos hombres idiotas sin que sea un escándalo?

— Bien... — el mayor suspiró — Le diremos a Colin que conduzca, espérame aquí.

En menos de quince minutos, Colin estaba detrás de los caballos de un carruaje y Geni y Benedict salieron por el jardín trasero, por la parte oscura. Nada pasaría esa noche, se dijo el Bridgerton, pero si alguien los veía... podría arruinar la reputación de Genevive para siempre, y de esa manera, ella moriría siendo una solterona o casada con algún desgraciado. 

Subieron al carruaje rápidamente mientras Genevive hacía pasos torpes y Benedict la sostenía por los hombros.

— Gracias. En serio no podía seguir allí, no estando así.

— Lo sé... ¿Cómo pudiste descuidarte así? — preguntó Benedict y ella lo miró a los ojos — No puedes venir ebria a estas cosas. Lo sabes bien.

El calor subió a las mejillas de Genevive, y no tomó aquel comentario de la manera en la que Benedict lo había hecho. Él solo pensaba en los hombres que no la respetarían; Geni pensó que lo avergonzaba por ser mujer y estar ebria.

— Oh, lo siento. ¿Te ofendo?

Benedict no pudo creer como ella pensaría una cosa así viniendo de él; pero se puso en su lugar, y si a toda la sociedad le molestara que él se ponga ebrio y además alguien lo regañara por aquello... no se sentiría del todo bien.

— Jamás me ofendería que estés ebria, Genevive — contestó él con una sonrisa burlona en su cara — Lo que realmente me ofende, es que vengas ebria a un lugar donde sabes que los hombres son asquerosos.

— ¿Incluyéndote? — preguntó Geni con una sonrisa.

Él puso los ojos en blanco y se dijo que estaba demasiado ebria como para hablar en serio en ese momento. Ella solo lo miraba de arriba a abajo; con completo deseo. 

Y él suspiraba, y trataba de mirar por la ventana, o al piso, o al techo del carruaje... mirar a donde sea para olvidar sus ojos, y aquella mirada que fácilmente podría obligarlo a saltarle encima y a devorarla a besos en ese momento.

Genevive Olland era su pase personal al infierno. Y quería quemarse en ella con tantas ganas...

— Oye, Benedict...

— ¿Hmm?

— ¿Por qué no me miras?

Él tuvo que sonreír y la miró, rendido.

— ¿Quieres que te mire, Geni?

— Es decir... sí. Me gusta cuando me miras. Mucho más me gusta cuando estamos solos... y me miras.

Tuvo que morder la piel interior de sus mejillas, para sentir dolor en algún lado del cuerpo y dejar de sentir el calor que subió de golpe y envió chispas por todo su cuerpo. Geni se arrepintió al instante por lo que acababa de decir, pero al ver como Benedict se sentó derecho y aclaró su garganta, siguió hablando...

Flawless.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora