Estaba en un sitio desconocido, en el que en mi corta vida nunca había estado. Era una habitación completamente blanca, ese color se me hacía un tanto familiar porque era el que mis padres utilizaban para torturarme.
Tenía la frente sudorosa, me levanté buscando una salida cosa que no encontré. Cerré con fuerza los ojos, me pellizqué para despertar de este mal sueño que pese a no tener ningún significado para quien sea que esté leyendo esto, era muchísimo más terrorífico de lo que cualquiera pudiera pensar.
Abrí los ojos de nuevo, estaba en un lugar completamente distinto al que hace unos breves segundos había estado. Era un carro en movimiento que estaba siendo conducido por mí a toda velocidad, y varias maletas en el asiento pasajero. Era otra Angélica la que iba a gran velocidad conduciendo, me desperté somnolienta frotándome los ojos.
—Angélica, ¿a dónde vamos?—pregunté reincorporarme en el asiento del copiloto, me puse rápidamente el cinturón de seguridad porque la que manejaba iba a una gran velocidad rebasando los límites establecidos.
—Lejos, donde nadie pueda hacerte daño, por eso estamos huyendo, en ese sitio jamás podremos ser felices, Angélica, ellos no te quieren ni la mitad de lo que tú piensas que lo hacen—respondió sin dejar de ver al frente.
Pasábamos por baches y un camino irregular de terracería que levantaba polvo por la velocidad en la que íbamos, y hacía que el auto se moviera de un lado a otro, llegando a golpearme.
Vi hacia atrás, nadie nos estaba siguiendo. Solo se podía ver la nube de polvo que dejábamos atrás.
—¿Por qué vas tan rápido si nadie nos está siguiendo?—pregunté entre palabras ahogadas por el movimiento del auto.
—No lo entenderías—por primera vez sus ojos me vieron, aquellos ojos que ya no tenían ni una sola pizca de dulzura, solo eran dos ojos color miel con un vacío profundo.
Conducimos por un tiempo muy largo, quería que nos detuviéramos, el movimiento del auto ya me tenía mareada, y por la autopista rebasaba todo auto que estuviera por delante de ella. Fueron muchas horas de que condujo y cuando llegamos al sitio que ella quería, estaba solo, desolado, pero lo más maravilloso de este lugar era que no estaban mis padres para hacerme daño ni decirme que no era alguien digna para ser amada.
—Aquí seremos felices—me abrazó dentro del autobús señalando el lugar lleno de calma en el que viviríamos para siempre.
Una débil sonrisa de paz se dibujó en mi rostro, al son que una lágrima de felicidad viajaba por mis mejillas. Esto fue lo que siempre quise, lo que siempre necesité.
***
Miércoles/04/Noviembre/2020
Me levanté temblando de la cama, con un grito que ahogué cuando me percaté que podía despertar a mis padres desatando la furia por haberlos despertado de sus dulces sueños.
—Solo es un sueño—me limpié las lágrimas que habían hecho acto de presencia en mis lagrimales al ver que estaba en el mismo sitio de siempre, en la habitación que todos los días al despertarme me hacía volver a la realidad que me abrumaba.
Toqué mi frente, estaba completamente sudada. Me daría un baño. Quizá me ayudaría a relajarme.
Busqué mi celular en la mesita de noche, el reloj marcaba las 11:30 am.
Me duché y me puse mi uniforme, perfectamente planchado sin alguna muestra de alguna arruga. Me tomé el tiempo de hacerlo, queriendo aparentar que no estaba hecha un desastre, ocultando una realidad que formaba parte de mí.
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Balas Perdidas ¿Alguien me amará? (Nueva Versión)
Novela JuvenilLa mayoría de los seres humanos saben lo que es sufrir por amor, pero, ¿alguna vez has sufrido porque tus padres no te quieren? ¿Has sentido ese desprecio y que el resto de las personas que te rodean crean que es culpa tuya? -¿Alguien me amará?-pre...