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- ¿Quieres hacerme el favor de estarte quieta?

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- ¿Quieres hacerme el favor de estarte quieta?

El movimiento inquieto de las piernas de Tass no hacían más que provocar que los nervios que la mora sentía fueran en aumento. La rusa alzó la mirada del suelo para cruzar sus ojos con los de Zulema. Soltó un leve bufido antes de hablar.

- No entiendo como puedes estar tan tranquila.

- Y yo no entiendo como puedes estar tan nerviosa – replicó la pelinegra, rompiendo la distancia entre las dos para situarse frente a ella. Apoyó la mano sobre la barbilla de la morena, y la obligó a mirarla – Tampoco es que vayamos a recibir a la reina – repitió lo mismo que le había dicho horas atrás – Sólo es Saray. Con la que, si no recuerdo mal, llevas años hablando a través de cartas – se encogió levemente de hombros – No entiendo cual es la diferencia a hacerlo en person.

- ¡Es un reencuentro, Zulemita! – soltó un quejido y Zulema rodó los ojos – Los reencuentros me ponen nerviosa – añadió, llevando una de sus manos a la boca. Antes de que sus dientes pudieran llegar a rozar sus uñas, un rápido movimiento por parte de su pareja se lo impidió.

- Me gustan esos dedos tal y como están – susurró al ver la mirada de sorpresa que Tass le dirigía – Así que ni se te ocurra morderte las uñas. Y deja ya de llevarte por los nervios.

Anastasia esbozó una pícara sonrisa ante las palabras de Zulema, pero antes de que le diera tiempo a soltar uno de sus característicos comentarios, un ruído a sus espaldas la sobresaltó. Se giró lentamente para comprobar que el causante del ruido había sido Babú.

El perro, emocionado por ver de nuevo a sus dueñas, había tirado uno de los jarrones que decoraba la mesa central. En ese momento el pobre animal se encontraba con la vista clavada en el suelo, en un vago intento por evitar la mirada que Zulema le lanzaba.

- Babú – exclamó la morena antes de acercarse al animal, que no hizo nada por alzar la cabeza – Ese jarrón era carísimo. Mi hermano te va a matar – añadió en un susurro.

- Pero también era el más horrible – Zulema se había acercado a ellos y, para sorpresa de Anastasia, dejó una suave caricia sobre la cabeza del perro que, entonces sí, se atrevió a mirarlas – Así que, por una vez, has hecho algo bien.

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora