XVII | Un tercer factor

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El rasgar de una guitarra despertó a la mora, que no había sido quien de conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada

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El rasgar de una guitarra despertó a la mora, que no había sido quien de conciliar el sueño hasta bien entrada la madrugada. Rodó sobre si misma para ver a Tass sentada en una silla, con la punta de la lengua entre sus dientes y el ceño fruncido, muy concentrada en su intento por sacar adelante la canción que tenía que practicar.

La morena soltó un quejido y una mueca de disgusto se formó en su boca al fallar en uno de los acordes. Dejó la guitarra sobre la cama y soltó un profundo suspiro. Alzó la mirada y se encontró con que los ojos verdes de Zulema no se apartaban de ella.

- Menos mal que ya te has dado por vencida - dijo la mora a modo de saludo - Estabas empezando a levantarme dolor de cabeza.

- Cuando te levantas de mal humor eres realmente desagradable, Zulemita - Anastasia sacudió la cabeza con pesar - Y no me he dado por vencida. Simplemente voy a tomarme un pequeño descanso.

- Tampoco lo hace tan mal - salió Helena en su defensa, haciendo que la mirada de ambas mujeres se dirigiera a ella.

Anastasia le sonrió ladinamente antes de volver a coger la guitarra, lo que hizo que Zulema rodara los ojos y se diera la vuelta, tapándose la cabeza con la almohada.

En los últimos dos días Helena había cambiado por completo su forma de comportarse con la rusa. Ir detrás de ella no funcionada, por lo que decidió darle su espacio, lo que ayudó a que Anastasia se comportara de mejor modo con ella, algo que no alegraba mucho a Zulema.

Los primeros acordes empezaron a sonar y, para sorpresa de todas las presentes, la primera parte de la canción sonó a la perfección.

- ¿Has visto, Su? - la chica se giró para mirar a la mujer, que tenía una pequeña sonrisa en el rostro - ¿Has visto lo increíblemente talentosa que soy?

Helena rió con sinceridad. Si bien se había acercado a la rusa por orden de Castillo, esta le caía bien. Era de su agrado. Se podría decir que hasta disfrutaba de su compañía. Aunque no podía olvidar que todo ese acercamiento no era más que trabajo.

- ¿Puedo? - le preguntó entonces, pidiéndole permiso para agarrar la guitarra.

Anastasia la miró con los ojos entrecerrados, pero finalmente asintió, tendiéndole el instrumento.

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora