XXXIV | Gallinas bomba

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- ¿A dónde va Rizos? – preguntó Anastasia, dejándose caer al lado de la gitana

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- ¿A dónde va Rizos? – preguntó Anastasia, dejándose caer al lado de la gitana.

- Tiene un vis a vis íntimo – respondió Saray sin mucho entusiasmo.

- ¿Con quién?

- Con la poli.

Los ojos de la rusa se abrieron de par en par por la sorpresa.

- Caray, que afortunadas son algunas – suspiró.

- ¡Pero si tú también follas! – le recriminó la gitana con diversión.

- Pero no en una cama de matrimonio – replicó la rusa, esbozando una sonrisa – No es lo mismo hacerlo ahí que en un baño cuyas condiciones higiénicas dejan mucho que desear.

- Que remilgada eres cuando quieres.

- En realidad lo soy siempre – reconoció, esbozando una sonrisa ladina – Sólo que trato de ocultarlo.

- Siempre, siempre, no. Porque bien que le comías la boca a Zule cuando esta se dedicaba a meterla en los retretes.

- ¡Calla! – exclamó con dramatismo, llevándose una mano a la boca – No me lo recuerdes, que me pongo mala.

Se tumbó sobre las piernas de la gitana con una mueca de desagrado.

- Estrellita – susurró sobre la barriga de la gitana – Tú no dejes que te bese alguien que no se lava la boca mínimo dos veces al día, ¿me oyes?

Saray sacudió la cabeza con diversión. Todavía no se había decantado por un nombre, pero la rusa ya se refería al bebé como Estrella. Lo cierto es que el nombre le gustaba.

Zulema las encontró en esa posición, y se sentó un escalón más abajo en las gradas, apoyando su brazo sobre la cintura de la rusa, que sonrió al verla llegar.

- ¿De qué hablabais? – preguntó.

- De lo poco higiénicos que son los polvos en esta prisión – explicó la rusa.

- Y de lo remilgada que es Tassia – completó Saray – Seguro que en Rusia vivías en un pedazo casoplón en el que necesitarías un mapa para no perderte entre las habitación – al ver como el rostro de la morena se enrojecía ligeramente, exclamó - ¡No me jodas que es así! ¿Vivías en una mansión?

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora