XXV | Una mala despedida

2.5K 194 69
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando Anastasia salió de aislamiento dos días más tarde, el dolor que sentía en sus huesos era prácticamente insoportable

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando Anastasia salió de aislamiento dos días más tarde, el dolor que sentía en sus huesos era prácticamente insoportable. Se obligó a formar una sonrisa al entrar en la galería y verse abrazada por Sole.

- A ver cuando dejas de meterte en líos por culpa de esa mora, mi niña – susurró la buena mujer en su oído.

- Me temo que eso nunca pasará, Soledad. Meterme en problemas está en mi sangre – se separó para mirarla con una sonrisa antes de alejarse de ella para ir a su celda.

Zulema no estaba ahí, por lo que aprovechó para tumbarse en la cama, aferrándose con fuerza a las mantas, mientras sentía como todo su mundo daba vueltas. Abrió los ojos al sentir una presencia a su lado. Kira.

- ¿Qué te está pasando?

- Yo también te he echado de menos, Kira – masculló con sorna, incorporándose levemente – Y no me está pasando nada. Ya sabes que aislamiento no me sienta bien.

- Ne otnosis' ko mne kak k idiotu – gruñó con enfado.

- No te estoy tomando por idiota – la rusa suspiró – Es la verdad.

- Llevas varios días mal. Varias semanas, me atrevería a decir.

- Kira, basta – el tono empleado por la rusa fue frío – No necesito una madre que esté encima de mí. Te he dicho que estoy bien. Ahora vete.

Kira no era tonta, y sabía perfectamente que a la morena le pasaba algo. Sin embargo, también sabía que cuando aquella chica daba una orden, había que cumplirla. Salió de la celda sin mucho convencimiento, teniendo el presentimiento de que algo malo se avecinaba.

La paz no le duró mucho a Anastasia, pues pocos minutos después fue Zulema la que hizo su aparición. Al ver a la rusa tendida en la cama no dudó en caminar hasta ella para tumbarse a su lado.

Tass la recibió con los brazos abiertos, y se quedaron la una al lado de la otra, sin hablar, durante varios minutos.

- Castillo va a hablar con el juez – susurró entonces la pelinegra – Van a preparar un indulto.

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora