XXXIII | Una muerte deseada

2.4K 145 105
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El plan de Anastasia era muy sencillo: haría creer a Altagracia que había sido Anabel la que causante de la muerte de Unai

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El plan de Anastasia era muy sencillo: haría creer a Altagracia que había sido Anabel la que causante de la muerte de Unai. Con ser un poco observadora se podía deducir perfectamente que la funcionaria no dudaría en acabar con quien fuera, con tal de vengar la muerte de su, ahora, ex pareja.

La localizó cerca de la zona de llamadas, apoyada sobre una de las rejas, y no dudó en acercarse por detrás con seguridad. Miró a un lado y a otro antes de hablar, asegurándose de que no hubiera alguien demasiado cerca, que pudiera escucharlas.

- Sé quien mató a Unai - susurró en su oído, provocando en la mujer un leve estremecimiento, aunque no se giró para mirarla - Y tengo pruebas de ello - añadió tras unos segundos.

- ¿Tú sabes a que estás jugando? - susurró la funcionaria, apretando la mandíbula con fuerza, deseosa de girarse y estampar a aquella maldita rusa contra la pared. Anatasia, pese a que Altagracia no la estaba mirando, asintió y sonrió - Te espero en la garita antes del cierre - indicó con rabia - Y más te vale que aparezcas - amenazó - O amanecerás con la cabeza separada de tu cuerpo.

Anastasia soltó una leve carcajada antes de asentir.

- No te preocupes, Altagracia. Le tengo el suficiente aprecio a mi cabeza como para no jugar con ella - dicho eso, se alejó, con la certeza de que, esa noche, moriría una presa en Cruz del Norte.

Mientras caminaba por la galería se cruzó con Anabel, que la lanzó la más amplia de sus sonrisas. Como no podía ser de otro modo, la rusa correspondió al gesto con mayor entusiasmo si cabe.

- Si pudiera te mataba yo misma - susurró cuando la vio desaparecer - Pero yo no hago esas cosas - reconoció, emprendiendo el rumbo hacia su celda.

Antes de llegar se encontró con una acelerada Soledad, que estaba parada en el medio del pasillo, como si estuviera perdida.

- Sole - se acercó a ella con calma - ¿Te ocurre algo? - la mujer la miró con el miedo reflejado en en sus ojos antes de negar.

- Estoy bien, mi niña - respondió finalmente - Sólo he tenido un mal día - en su tono de voz se podía apreciar cierta duda - ¿Has visto a Pruden?

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora