XXXVIII | Estaré aquí

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Tumbada en la cama con la vista clavada en el colchón de la cama superior, Anastasia pensaba

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Tumbada en la cama con la vista clavada en el colchón de la cama superior, Anastasia pensaba. Pensaba en cómo había hecho para llegar a esa situación. Para encontrarse tan jodidamente destrozada por el fin de una relación que sabía que, en el fondo, siempre había estado destinada al fracaso.

Tras su encuentro con Zulema en el baño se había ido a la cama. No tenía ganas de ver o hablar con nadie. Realmente necesitaba un poco de tiempo para ella sola. Sacó el teléfono móvil de debajo de la almohada y jugueteó con él. Lo encendió y buscó un número en los contactos. Kozzy.

Estuvo a punto de llamar, pero terminó por apagarlo de nuevo. No tenía fuerzas para enfrentarse al futuro que se le avecinaba.

Sus ojos, ligeramente hinchados, estaban enrojecidos por el llanto, pese a que ya hacía más de una hora que había dejado de llorar. La presión en el pecho, sin embargo, aún no había desaparecido. Soltó un profundo suspiro y sus ojos viajaron hacia la entrada, donde se encontraron con los de la gitana.

Saray estaba ahí, observándola en silencio, debatiéndose en si entrar o no. Anastasia quiso sonreírle, pero no fue capaz. Se llevó la mano libre a la boca y soltó un quejido ahogado, que hizo que su amiga no dudara en acercarse a ella, tumbándose a su lado para abrazarla.

- Ya pasó – susurró, acariciando su pelo con cariño – Ya pasó, Tassia.

Las lágrimas volvieron a caer por las mejillas de la rusa sin que esta pudiera evitarlo, pero se sintió reconfortada por los brazos de su amiga. Trató entonces de regular su respiración, y se apresuró a limpiarse las lágrimas.

- La odio, Saray – susurró – La odio por lo que te hizo. La odio por lo que está dispuesta a hacer con tal de salir de aquí – clavó sus ojos verdes en ella – Pero la quiero del mismo modo – se mordió el labio inferior con fuerza – La quiero tanto que me duele. Y me odio a mi misma por ello – un gemido de frustración escapó de sus labios – Me odio a mi misma por haber dejado que me afectara tanto. Yo no era así. A mi todo me daba igual... - se quedó callada unos segundos, con la vista todavía fija en la gitana.

- ¿Pero...?

- Pero Zulema lo ha cambiado todo – suspiró – Por eso la odio también – esbozó una triste sonrisa – Por lo que me hace sentir aún a sabiendas de que es una jodida psicópata.

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora