XXX | Si, quiero.

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Anastasia salió de la enfermería con las fuerzas justas para caminar hasta el comedor

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Anastasia salió de la enfermería con las fuerzas justas para caminar hasta el comedor. Lo hizo con lentitud, rezando por no encontrarse con nadie.

Soltó un profundo suspiró cuando vio a Akame en el centro de la galería. Parecía estar esperándola. Sacudió la cabeza antes de caminar en su dirección.

- Te voy a dar la oportunidad de que retractes – dijo la china a modo de saludo, mirándola con seriedad – Déjame hacer mi trabajo, y no habrá pasado nada. Trabajaremos juntas como hacíamos antaño. En el fondo sabes que esa mora no es nada para ti.

La rusa la miró en silencio, apenas sin parpadear.

- No voy a permitir que mates a Zulema, Akame – habló finalmente – No voy a permitir que le pongas un dedo encima. Ni a ella, ni a las demás. Lo dejé pasar con Macarena porque esa mosca suicida no era de mi agrado, pero las demás sí. Son mi familia, y nadie toca a mi familia.

- Hace un tiempo yo era tu familia – la morena pudo percibir cierto deje de dolor en su tono de voz - Hace un tiempo defendías a Isaac con uñas y dientes. ¿Qué ha cambiado?

- Yo he cambiado, supongo - se mordió el interior de la mejilla con fuerza, tratando de no alzar la voz - Y haz el favor de dejar de mencionar a Isaac.

Esta vez fue Akame la que sacudió la cabeza con pesar.

- ¿Estás dispuesta a despreciar tantos años de amistad?

- Estoy dispuesta a lo que haga falta.

Anastasia habló con tanta firmeza, que el cuerpo de Akame se tensó, alejándose de ella con molestia.

- Si eso es lo que quieres, de acuerdo. Que la ira de la Tríada Tao se descargue sobre ti.

La rusa soltó una leve carcajada al tiempo que negaba con la cabeza.

- No intentes darme miedo, Akame. Ambas sabemos que la más hija de puta de las dos, soy yo – se señaló a sí misma – Le dije a Zulema que tuviera cuidado contigo, que eras peligrosa, pero no se lo dije porque realmente lo creyera. Se lo dije porque no quería tener que ser yo la que fuera contra ti. Pero no veo otro camino – se encogió de hombros – Te echaré de menos, dorogaya, verdaderamente lo haré – esbozó una triste sonrisa, acercándose a ella para abrazarla.

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora