LVI | Los Berlini

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El sonido de unos tacones contra el pavimento resonaban por el ruidoso aeropuerto. Anastasia, enfundada en un vestido verde botella que se ceñía a su cuerpo, caminaba con decisión hacia la puerta de embarque mientras los altavoces daban la última llamada a los pasajeros del vuelo con dirección a Sicilia. 

- Esto está lleno de gente. 

- Es lo que suele pasar en los aeropuertos, Zulemita - la rusa le tendió su billete a la azafata, que asintió tras echarle un rápido vistazo, dejándola pasar sin preguntar nada para, segundos más tarde, hacer lo mismo con Zulema - Y no tienes de qué preocuparte - se detuvo para que pudiera alcanzarla y unió sus manos - Tengo comprada a toda la tripulación, así que no corremos riesgo alguno. 

- ¿Cómo dices? - la pelinegra no pudo evitar entreabrir ligeramente los labios ante el asombro. 

- El dinero puede mover montañas, cariño - golpeó su barbilla con suavidad para cerrar su boca - Ya deberías saberlo. 

Y lo sabía, por supuesto que lo sabía. Lo que no se imaginaba era el poder que Anastasia manejaba sin que apenas ella se diera cuenta. A ojos de cualquier persona no era más que una mujer entrada en una treintena muy bien llevada, que regalaba sonrisas a cualquiera con el que se cruzara y que, para desgracia de la pelinegra, llamaba mucho la atención. 

Pero la realidad era bien distinta. Anastasia era una de las mujeres más poderosas que había conocido, y que probablemente conocería, jamás. Detrás de toda esa fachada cargada de dulzura, se escondía una persona que no dudaría en hacer el daño necesario para mantener a salvo aquello que le importaba. 

La vio caminar con tanta firmeza que le sorprendió. Esos no eran los andares de una de las delincuentes más buscadas paseándose por un aeropuerto a plena vista. No parecía haber nervios en la firmeza de sus pasos, en las sonrisas que dedicaba, ni en las palabras que ofrecía a todas las azafatas que le preguntaban algo. 

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora