LXX | A vivir

891 61 40
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasear a altas horas de la madrugada se había convertido en una costumbre para Anastasia, pues era el único momento del día en el que se encontraba verdaderamente a solas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Pasear a altas horas de la madrugada se había convertido en una costumbre para Anastasia, pues era el único momento del día en el que se encontraba verdaderamente a solas.

Sus pasos seguían siempre el mismo recorrido, sin un rumbo fijo terminaba adentrándose en el laberinto hasta encontrar la salida media hora después.  Caminaba hasta alejarse lo máximo posible de la entrada de la casa, y esperaba pacientemente a que el sol despuntara por el horizonte.

Acompañada del primer sol de la mañana puso rumbo hacia el interior de la casa, con la tranquilidad y seguridad de que no se cruzara con nadie en el camino.

Hacía ya tres semanas que Helena se había marchado y su ausencia, aunque notable, había sido sustituída por la compañía de Zulema. Una compañía que se había hecho cada vez más cercana.

"Y tan cercana", pensó con una pequeña sonrisa al recordar lo que había sucedido la semana anterior.

"Jugar con Babú se había convertido en su pasatiempo favorito. El perro, acostumbrado a los constantes cariños de Anastasia, se había sentido abandonado cuando a su llegada la morena no le concedió la atención que acostumbraba.

Ahora que la rusa estaba mejorando había vuelto a sus antigus rutinas, jugando con el perro casi todas las tardes, siendo siempre observada por un par de ojos verdes que seguían sus movimientos al detalle.

Los ojos de Anastasia observaron como Babú se introducía en el laberinto en busca de algún animal que había llamado su atención. Sonrió con cariño hasta que sintió la presencia de la pelinegra a su lado.

La miró de soslayo antes de clavar la vista otra vez en el frente. Tener a Zulema cerca de ella le provocaba más  nervios que de costumbre. Los últimos días habían compartido mucho tiempo a solas, y a medida que empezaba a recordar pequeños detalles de su vida pasada, sentía como la tensión sexual crecía entre ellas.

Mantener las distancias había sido su intención principal, pero cada vez que la pelinegra se acercaba era imposible alejarse. Cuando hablaban sus ojos viajaban inevitablemente hacia sus labios, preguntándose como se sentiría besarlos.

Prometiste quedarte {Zulema Zahir}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora