Kita 5

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Después las clases, me dirigí al gimnasio acompañado por Omimi, con quien quedaría varios días a la semana para estudiar y hacer trabajos. Al salir del vestíbulo, nos encontramos con Suna. Cruzado de brazos frente a la puerta y con su móvil en la mano, miraba hacia la entrada del recinto escolar.

-Suna -lo saludé.

Nuestro compañero se giró con aires distraídos y respondió con una inclinación de cabeza.

-¿Esperas a alguien? -se interesó Omimi.

-Mi hermana pequeña vendrá hoy a los entrenamientos, como le dije a los entrenadores. No molestará, solo mirará.

Recordé entonces que Suna me lo había mencionado la tarde anterior. Le repetí las mismas palabras que le dije en su momento:

-Creo que a todos nos gustará tenerla allí. Supondrá un soplo de aire fresco y, si no molesta, no veo por qué no podría estar.

-Gracias, te aseguro que no me distraeré.

Asentí y nos pusimos de nuevo en marcha. Fuimos los primeros en llegar a los vestuarios, solo unos momentos antes que Aran y Akagi. Los de primero y segundo se nos fueron sumando poco a poco. Hablaban entre todos animadamente y, aunque los temas de conversación eran muy dispares, enseguida se redujeron a uno solo: la clase de Ginjima y Atsumu acababa de hacer un examen de literatura para el que, al parecer, ninguno de los dos había estudiado lo suficiente. Esa sensación de insuficiencia se apoderó rápidamente del resto, que no tardó en sumarse a las protestas, maldiciones y promesas de un futuro mejor.

-Deberíais poneros las pilas -aconsejó Aran a los menores-. Cuando paséis a tercero, todo se complicará más.

-¿Pero para qué sirve estudiar tanto? -se deprimió Gin-. Estuve toda la tarde repasando y leyendo cosas que no me interesan un pimiento... ¿para qué? ¿Por qué una nota tiene que determinar mi futuro?

-A lo mejor has aprobado -intentó animarlo Riseki, de primero.

-Claro, no deberías estar triste si no sabes la nota -coincidió Akagi-. ¿Tan mal crees que te ha ido?

Desde una de las taquillas, Atsumu carraspeó para aclararse la garganta y captar la atención del grupo.

-El problema de Gin es que siempre cree que ha suspendido pero luego aprueba y además con nota. -Emitió una risita-. Hay que ver lo mal que lo pasas y cómo te cambia luego la cara. -Le dio una palmadita en el hombro-. Eres todo un libro abierto.

-Esto... ¿Gracias? -masculló el aludido muy ofendido-. Tú también has salido decepcionado, ¿cuál es tu excusa?

-Yo sé que he aprobado, aunque no creo que pase del sesenta esta vez. La poesía es un rollo insoportable y paso de releerla si no la entiendo.

Escuchando a medias y terminando de atar mis zapatillas, recordé que yo también tendría que hacer un examen pronto. Aunque ya me sabía y comprendía la materia que entraría casi sin problemas, todos los días la repasaba para asentar alguna última idea vacilante. En los últimos días, después de mi discusión con Kyosuke, me costaba centrarme más de lo normal, en parte, porque notaba un muro inquebrantable entre los dos.

Había llamado a Hiroko, mi hermana, para que me diera algún consejo. Se sorprendió mucho al saber que tenía problemas con Kyosuke, no solo porque él siempre había sido un niño tranquilo y obediente, sino porque yo solía encontrar la manera de ayudarlo.

«Porque por lo general, él siempre me confía lo que le pasa.»

Me levanté y cerré mi taquilla. Caminé hacia la salida de los vestuarios sin mediar palabra y empecé con los estiramientos sin esperar a nadie, aunque los demás no tardaron en llegar. Apenas fui consciente de que Suna y su hermana pequeña también estaban allí. Nuestro compañero se sumó a los estiramientos y la niña se sentó en un banco junto a los entrenadores. Tenía un libro entre las manos y lo ojeaba de vez en cuando.

Más allá: InarizakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora