Atsumu 7

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El viaje fue muy tranquilo y estuvo lleno de diversas conversaciones. Los de Primero estaban muy nerviosos y buscaban consejo en nosotros, especialmente en Yuto Kosaku, el alumno de Segundo más cercano a ellos. Para mí, el Torneo Nacional suponía una nueva oportunidad de mejorar. Había ido a bastantes y llevaba jugando al voleibol desde pequeño, por lo que ponerme nervioso no era una opción. Me emocionaba jugar contra oponentes de mi mismo nivel y superar mis propios límites, así que intenté aportarles mi visión a los novatos. En realidad, sabía que casi ninguno de ellos jugaría en los partidos oficiales. No eran titulares ni lo suficientemente buenos como para durar todo un partido, pero al menos les consolaba pensar que serían partícipes en algún punto. El más optimista al respecto era Riseki, no en vano ensayó durante meses sus saques.

Kita nos había dicho antes de venir justamente aquello: debíamos tomarnos el torneo como lo que era, un evento para jugar contra oponentes fuertes y superarnos a nosotros mismos. Ya habíamos quedado segundos en el Interescolar, podríamos conseguir lo mismo o más en el Nacional.

Gin repitió esas mismas palabras a pocos minutos de entrar en la ciudad de Tokio. Se había cambiado de asiento con Osamu, que estaba ahora a mi lado. Suna estaba acurrucado junto a la ventanilla viendo vídeos en su móvil y participando vagamente en la charla. Mi hermano se limitaba a escucharnos y a dar su opinión cuando le preguntaban.

-¿A ti qué te relaja, Osamu? -quiso saber Ken, otro de Primero.

Él alzó la mirada hacia el techo del vehículo, pensativo.

-Después de cada partido, la vida sigue, ¿no? -susurró arrastrando las palabras-. Da igual si perdemos o ganamos, después seguiremos respirando, comiendo y descansando.

Nos reímos. Le di un codazo en el hombro y solté:

-Tú único alivio en esta vida es ese, ¿eh?

No respondió, encogió los hombros sin remedio y nosotros seguimos riendo y hablando. Hicimos una breve parada a mitad de camino para desayunar y luego continuamos con el trayecto.

En un determinado momento, Kita y los entrenadores nos avisaron de que estábamos llegando a nuestro destino y debíamos prepararnos para bajar.

Como era costumbre al llegar a otra prefectura o ciudad, muchos de mis compañeros se cubrieron las bocas con mascarillas. A mí no me gustaba usarlas por dos razones muy sencillas: no le veía lógica a usarlas solo en contextos puntuales y, personalmente, me gustaba que la gente me viera tal cual era. Además, eran sofocantes. Que algunas personas fueran capaces de llevarlas siempre resultaba extraordinario y admirable.

El autobús paró en el amplio estacionamiento del hotel donde nos alojaríamos. Desde una ventana, vi que había un grupo de periodistas esperando en la entrada. Como siempre, nuestros entrenadores habían contactado con los patrocinadores para informar de que llegaríamos al hotel cerca de esa hora, así que la noticia se habría expandido como la espuma. Eran muchos los periódicos deportivos y los informativos televisivos que hablaban de los torneos escolares, considerados eventos de gran importancia a nivel nacional. Inarizaki gozaba de una fama excepcional debido a las consecutivas victorias y a las décadas asistiendo al Torneo de Primavera. En los últimos años, la popularidad aumentó gracias a las atrevidas jugadas del equipo actual o, en otras palabras, a que mi hermano y yo estábamos allí arriesgando cada punto para ofrecer un partido espectacular. Si alguien merecía las ovaciones más que nadie, éramos nosotros dos. Especialmente yo que, como armador, tenía la responsabilidad de hacer brillar a todos mis rematadores.

Con ese pensamiento bajé del autobús, sonriendo ampliamente y dispuesto a responder todas las preguntas que quisieran hacerme. Por desgracia, el entrenador Oomi fue quien se encargó de hablar con los periodistas. El entrenador Kurosu, por otra parte, nos guió hasta el interior. Kita, a su lado, escuchaba con atención las palabras que el hombre le susurraba. Como capitán, tendría que dar la cara en varias entrevistas más. Era lo que se esperaba de la escuela que ostentaba el segundo puesto en la lista de los mejores y, además, aquella que era una de las favoritas para convertirse en la ganadora del torneo.

Más allá: InarizakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora