Atsumu 3

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El Campamento Juvenil duró cinco días. El primero de ellos no fue más que una toma de contacto para mí. Me bastó solo un entrenamiento para saber quiénes merecían la pena de verdad y quiénes solo pasarían por mi vida sin dejar huella alguna.

Kourai Hoshiumi, Motoya Komori y Kiyoomi Sakusa no eran ninguna sorpresa para mí. Si bien no había tenido el placer de jugar contra el primero, en mi primer año de preparatoria perdí contra los segundos. Las preparatorias de Inarizaki e Itachiyama se enfrentaron en la ronda final y nosotros quedamos en segundo lugar. Durante los cinco días de campamento volví a recordar por qué.

No obstante, no tuve tiempo de lamentarme. El nivel era muy elevado y una de las nuevas incorporaciones captó mi interés por encima del resto: Tobio Kageyama. Estudiante de primero, muy conocido en su prefectura y con todas las miradas de los nacionales puestas en su espalda. Había oído muchas cosas de él pero todo se resumía en lo siguiente: un joven genio del voleibol capaz de colocar a un rematador en cualquier ángulo.

Debo decir que fue decepcionante comprobar que los rumores eran una triste mentira divulgada por ignorantes. Kageyama no era buen colocador o, al menos, no era lo que se decía de él. ¿Que era un genio? Quizá. ¿Que hacía bien su trabajo? Desde luego que no.

El primer día fue suficiente para ver lo que en realidad era: un santurrón. Mientras que otros lo alababan como un joven prometedor y mientras que él mismo creía las palabras de sus aduladores, yo fui capaz de ver que Kageyama tan solo observaba su propio ombligo. Colocaba bien pero no le enviaba el balón a los rematadores; él esperaba que los rematadores fueran capaces de golpear sus balones. No digo que debas facilitarle el trabajo a un rematador, de hecho, un jugador débil que no es capaz de arriesgarse y mantener en juego una pelota difícil no debería dedicarse al vóley. Sin embargo, en ocasiones el balón alcanza lugares que son imposibles de salvar y es nuestro deber como colocadores controlar la situación.

«Los líberos son la defensa, los rematadores son el arma, los colocadores somos el cerebro, la torre de control.»

El colocador es el jugador más importante porque debe adaptarse a todos sus rematadores. Nuestro deber es conocer a nuestros compañeros, sus saltos, su fuerza, sus remates. Debemos saberlo todo de ellos y entender que cada jugador es una unidad a parte que funciona por sus propios medios. Nuestro deber es, sencillamente, colocar un balón difícil, sudar y romper nuestros huesos si es necesario para enviar la pelota al rematador. Sí, en efecto, debemos facilitarle el trabajo porque ellos solo tienen que golpear un balón perfecto. Así es, perfecto. Nuestro deber es convertir en remate perfecto la imperfección de una mala recepción o un mal pase.

Tobio Kageyama no entendía eso. Tobio Kageyama se pensaba que le llegarían balones fáciles de colocar y que simplemente debía elevársela a un jugador a través de una colocación brillante.

«Pero no es la colocación lo que debe brillar. Es el todo, Tobio. El todo.»

La primera noche intenté conocer mejor a los invitados del campamento. En el comedor principal me senté con algunos jugadores que conocía de otros torneos y evité a toda costa cualquier encuentro con el Itachiyama. No es que me cayeran mal, simplemente no tenía ganas de recordar la amarga derrota que nos dejaron la última vez. Había transcurrido casi un año pero al verlos allí acudieron a mi mente todas las memorias. Cada mala jugada, cada mala decisión, cada esquivo y perfecto remate del oponente.

El segundo día fue mucho mejor. Tobio Kageyama aceptó algunos de mis consejos y trató de ponerlos en práctica. Él mismo probó con sus propias manos lo que significaba golpear una de mis colocaciones y no dudó en alabarme por ello, alegando que eran muy fáciles de rematar.

«Pues claro que son fáciles -obvié en mi mente-. Lo hice así para ti. No fue fácil de colocar, pero un chico arrogante como tú tal vez no lo vea.»

Más allá: InarizakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora