Osamu 3

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Mi asignatura favorita era la de labores domésticas porque a veces nos tocaba alguna hora de cocina. Después de esa materia, supongo que mi preferida era la de literatura. No me gustaba mucho leer, no era un chico de cultura. Quiero decir, sí que leía algunas novelas, pero solo de un género muy concreto y casi siempre por amor a esas obras, no a la lectura en sí. Además, era más de mangas. Con esto quiero decir que, pese a no ser un estudiante modélico que disfrutara envuelto en libros, sí que era responsable. Por eso ese día, cuando nos mandaron hacer un análisis de una novela que no recuerdo, una parte de mí se sintió aliviada. Fue incluso mejor cuando nos dijeron que había que realizar un trabajo en grupo comparando otros autores del mismo género.

Mi grupo de tres, cómo no, fue el de siempre.

En uno de los intercambios de clase discutimos sobre el horario y la estructura.

–Hoy terminamos vóley muy pronto, así que deberíamos hacerlo esta tarde –propuse.

–¿En tu casa? En la mía con Aiko va a ser todo un jaleo.

–En la mía está mi abuela, que últimamente no se encuentra bien.

–Anda, ¿y eso?

–Lleva un par de días con fiebre.

Suna frunció el ceño.

–¿Atsumu lo sabe?

–¿Qué quieres? ¿Que le dé un ataque también y pille el primer vuelo que salga? Nah, déjalo, si tiene pinta de ser un simple resfriado. Lo normal en esta época.

–Mi casa estará libre –susurró entonces la voz de Orochi, quien se mantenía muy distraída jugueteando con el lazo de su uniforme. Nos miró con sus inmensos óvalos oscuros–. Quedamos a las seis de la tarde a la salida y nos vamos juntos.

Caí en la cuenta de que no le habíamos preguntado lo más importante.

–¿Pero tú puedes esta tarde?

–Tengo club de ajedrez a las cuatro y media; después estoy libre.

–¿Club de ajedrez? –Suna apoyó la barbilla en la mano y la observó con detenimiento–. ¿Cómo haces para aprobar todo y también ir al conservatorio?

–Tengo un giratiempo.

Suna y yo parpadeamos confundidos.

–¿Un qué?

Orochi resopló alicaída.

–Veo que las referencias occidentales no son lo vuestro.

Esperamos a que aclarara la broma pero no lo hizo. Tampoco quedó claro si se estaba burlando de nosotros o simplemente pensaba en voz alta. Conociendo a Orochi, probablemente fuera lo segundo.

Ese día almorzamos con los del club de voleibol. Lo recuerdo perfectamente porque, mientras apuraba mi obento con ansia, Kita alzó la mirada hacia el cielo a través de las ventanas y dijo:

–Hoy va a haber tormenta.

En ese momento no me afectaron sus palabras. Ciertamente estaba nublado y de madrugada habían caído algunas gotas de lluvia. Yo no veía nunca la previsión del tiempo ni me importaba. Si llovía o no, pocas cosas alterarían mi rutina. Kita, sin embargo, parecía de esa clase de persona que se quiere anticipar a todo para controlar aún mejor su vida. Paradójicamente, nuestro capitán también parecía ese tipo de persona que no se perturba con los cambios.

–¿Cómo lo sabe? –susurró Gin hacia nosotros.

–Ha debido de verlo con su visión –musitó Suna mirando distraídamente el móvil mientras se llevaba un pedazo de comida a la boca.

Más allá: InarizakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora