𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐒𝐄𝐈𝐒

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hay amores que no son para todos
Parte dos




𝐀𝐏𝐀𝐑𝐓𝐎 𝐋𝐎𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐃𝐄 𝐋𝐎𝐒 𝐂𝐔𝐄𝐑𝐏𝐎𝐒 𝐐𝐔𝐄 𝐒𝐄 𝐕𝐔𝐄𝐋𝐂𝐀𝐍 sobre el piso como cadáveres al fondo de un río. Pálidos. Acabados por el alcohol y con los ojos cerrados, aunque la música sigue sonando con la misma intensidad de hace un rato. Una enorme capa de sudor me besa la frente, y también me ha formado una mancha gris en la espalda. Por ende, me siento sucia... es todo en lo que puedo pensar, mientras busco con desespero mi chaqueta, que no está colgada sobre el perchero de la entrada.

¿Qué más da? Total, ni el frío que se lleva el protagonismo en esta noche oscura podrá detener estos nauseabundos nervios que siento ahora. El sol ha calentado los ventanales durante todo el día. Ahora... todos los cristales lanzan un vapor que se esfuma rápidamente como los fantasmas de un panteón.

«Él me ha dicho... ¿Sabes? Está muy... enamorado de ella... ¿Por qué ella? ¿Por qué no yo? Ni siquiera... ni siquiera sé por qué lo he besado... Fermín... él no me gusta, ¿no?», llora Azumi en el mensaje de voz que me ha enviado hace un rato. Está demasiado ebria, más que yo, porque siento el pisoteo torpe de sus tacones que rara vez suele vestir. Tan solo quiero preguntarle: ¿dónde demonios está Fermín? ¿La ha dejado sola en la calle? Trato de tragar la saliva en seco, pero parece que la lengua se me traba al despegarla del paladar. No sé cuánto tiempo podré aguantar estar así, sobre mis dos pies que duelen como si estuviese caminando sobre una manta llena de cristales partidos. Incluso si no he caminado tanto.

—¡Reiko! —me llama. Distingo la voz de Eren entre todo el bullicio y la música que ahora, comienzo a detestarla en silencio.

—Ahora... ahora no, Eren —logro decirle. Tengo más audios de Azumi que siguen llenándome la pantalla de notificaciones. Los escucho desesperadamente, tapándome el orificio del oído contrario para poder entender mejor sus palabras.

«¿Por qué... por qué siento que entre Kaori y yo hay una enorme brecha que nos separa?». Los puños de mi camisa cuelgan sueltos alrededor de mis muñecas manchados de suciedad por estar acostada en el suelo, y también con manchas de grasa por las papas fritas que Sasha me ha estado aventando desde la esquina. En realidad, no sé qué estoy haciendo, porque las calles están tan solitarias que parecen un cementerio, y las luces de los faroles no hacen más que mirarme lastimosamente mientras corro cojeando, porque también me he olvidado de amarrarme bien los zapatos. Estar sola es peligroso. La gente suele aprovecharse de la vulnerabilidad de los que se encuentran solos.

El teléfono se me resbala y se desliza en mis dedos húmedos; la angustia, en estos momentos, me resulta un peso enorme que me infla el pecho y me dificulta respirar. No es solo esta situación repentina, es el hecho de que también estoy ebria y completamente sola corriendo por las calles en medio de la noche. Estoy teniendo un ataque de ansiedad. De esos que producen calambres en el brazo izquierdo y en el centro de la garganta. Hace tiempo que no me sentía de esta manera. Con la sensación de que todo se me sale de control.

—¡Reiko!

Me giro bruscamente hacia atrás, en donde puedo ver a duras penas la silueta de Eren corriendo como si su vida dependiese de ello. Mis ojos sortean los suyos mientras me devuelvo lentamente sobre mis pasos. Entonces, él me abraza con fuerza mientras trata de recuperar un poco el aire. No quiere soltarme, y yo me muerdo el labio fuertemente para no llorar. De no ser porque Azumi está perdida por ahí, sola por las calles, le pediría a Eren quedarnos así un rato más. Solo un poco.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora