𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎

156 18 4
                                    



orión y una mariposa




𝐄𝐋 𝐓𝐄𝐋𝐄𝐅𝐎𝐍𝐎 𝐃𝐄 𝐄𝐑𝐖𝐈𝐍 𝐌𝐄 𝐒𝐀𝐂𝐀 𝐃𝐄 𝐌𝐈𝐒 𝐌𝐄𝐃𝐈𝐓𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒 de forma súbita. Con un profundo suspiro hastiado estiro mi cuerpo para ajustar mejor la bolsa a mis manos que se sienten rígidas. Oh, cómo extrañaba esta sensación de respirar. La horrorosa semana de parciales ha llegado a su fin; tendremos un poquito más de tiempo para poder ver la luz del día, o eso espero.

Hoy es nueve de abril... y es el último día de clases de la semana. Salud Comunitaria solemos tener los días martes, sin embargo, hoy iremos a una clínica para atender a nuestros primeros pacientes. Aunque mucho no podamos hacer... simplemente la clase se va a tratar de pasar tiempo con ellos.

—Mamá, hoy no podré ir. Tenemos un día largo y volveré cansado. ¿Mis amigos? Están aquí al lado.... Iremos juntos... Sí... Sí... Sí... Lo sé.

—¿Qué me habías dicho con respecto a la nota de anatomía? —me pregunta Fermín con sus rulos y cejas levantadas. Se ve adorable, pero de niño bueno no tiene absolutamente nada.

—No tengo idea de cómo va la ponderación aquí —Hago una pausa—. He sacado el ochenta y cinco por ciento del examen bien. Me quedo con eso. El cuatro es una nota y lo demás es lujo.

—Oh, me ha faltado poco para alcanzarte —ríe con serenidad.

Fermín, asombrosamente, se ha tomado muy en serio la semana del terror. No ha hablado casi nada por el grupo por estar estudiando, y creo que todos hemos estado de igual forma, pues a ninguno le agrada mucho la idea de reprobar. La última juntada ha sido por el cumpleaños de Eren, y creo que ahora los extraño demasiado porque me he mal acostumbrado por ellos a estar en constante compañía.

—Por lo menos no es el CCM —pronuncia Levi, un poco harto de la situación.

—No, pero es muchísimo peor —respondo yo, reprimiendo el llanto.

—¿Por qué lo dices?

—¿Y si no les caemos bien a los pacientes? Los médicos a cargo nos matarán. Cada uno se encargará de terminar con nosotros hasta que no nos quede otra que abandonar la carrera.

He aquí otro de mis más profundos miedos. Si fuese por mí, tan solo trataría de hacer los procedimientos médicos necesarios y me iría, confiando en los enfermeros para que se ocupen del resto de la tarea. ¿Y si soy demasiado brusca? El contacto con el paciente es necesario, sobre todo si tengo que hacer los chequeos diarios para controlar que estén bien. No quiero poner una inyección y que me vean como una potencial homicida porque he explotado una vena... Oh, no.

No está de más decir que no todos los pacientes son carismáticos; los que lo son terminan atrapándote y si en algún momento se van, te dejan un vacío enorme. Regla de oro en los hospitales: no te encariñes nunca con nadie. Trabajar ahí, es una constante despedida. Siempre escuché los mismos comentarios al respecto y, aunque el trabajo construya la costumbre, por dentro todos seguimos siendo humanos.

—Lo harás bien —me dice Erwin, quien parece haber colgado su teléfono.

—¿Cómo está tu madre?

—Cuando le dije que hoy tendríamos a nuestros primeros pacientes ha quedado encantada. Me estuvo llamando toda la mañana preguntando si necesito algo —Erwin sonríe como normalmente suele hacerlo. A diferencia de nosotros se ha levantado con muy buen humor—. Por cierto, les manda saludos y besos a todos. Me ha dicho que está ansiosa por conocerlos.

—Algún día tendremos que verla —dice Fermín, mirándolo mientras se recoge el pelo en una coleta. Sus rulos amanecieron esparcidos como enredaderas por su cabeza pequeña. Levi le decía cabezón, pero si se le saca ese enorme casco de rulos seguramente el cráneo le quedaría del tamaño de un dedal.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora