𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐔𝐍𝐎

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29 de febrero




𝐋𝐎𝐒 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄 𝐃𝐄 𝐅𝐄𝐁𝐑𝐄𝐑𝐎 𝐒𝐎𝐍 𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀Ñ𝐎𝐒, 𝐀 𝐒𝐔 𝐅𝐎𝐑𝐌𝐀, porque algunos años existen y otros no. Así tal cual una simple correntada de aire, que a veces me despiertan en la mañana y, otras, el clima está tan seco que termina interrumpiéndome el calor. Los días suelen ser repetitivos y monótonos, pero hoy toda la tranquilidad se perturbó al sonar estridente del teléfono en la mesa. El viento tórrido que encendía el cielo de azul ardiente y mi impaciencia se transformó en el cóctel que casi provocó que estampara la cabeza contra el suelo; me separé del colchón quejándome, con los rastros de sueño estallando por todos lados y, cuando tomé el celular a tientas y encendí la pantalla, los ojos comenzaron a lagrimearme.

Los muchachos tienen manías extrañas desde que nos conocemos y, precisamente, desde que nos regalaron un teléfono a todos cuando teníamos entre doce y trece años. El primero en mandar mensajes al grupo es Eren... a veces Levi o Azumi. Sin embargo, por hoy solo tengo globos azules en la entrada privada de dos conversaciones que siguen abiertas. Levi Ackerman y Kaori Ishiwaka. Comienzo a leer sus palabras con somnolienta atención. Él me pide a su manera que le diga a Fermín que no insista en su compañía para salir a emborracharse, porque anoche estuvo insoportable. Con ello, él se refiere a una bomba de mensajes cortos, porque le da demasiada pereza juntar todo en una frase compacta y precisa.

A Fermín Dubois le fascina toda clase de salida que incluya alcohol, música estridente y camisetas desabotonadas hasta el ombligo. Eso le surgió cuando tuvo sus buenos dieciocho años y creyó que, con el permiso ya legal para adentrarse en nuevos mundos, significaba que era todo un adulto. Claramente, la ficha o flechazo de realidad le cayó poco tiempo después, cuando se sumaron más responsabilidades a su vida de diversión, pocos estudios y profesores que no eran para nada exigentes en comparación a los del curso de nivelación universitario. La vida trae muchas sorpresas; varias de ellas... no tan agradables.

Levi agrega, a últimas, que lo ha bloqueado. Yo lanzo una carcajada al aire, que rebota en el silencio del cuarto. Aunque no es la primera vez que él recurre al muro virtual para no tener que aguantarlo, la experiencia siempre es nueva. En cambio, Fermín no se queda de brazos cruzados y viene a mí para que intente convencer a Levi de que pueda perdonarlo por ser un joven con más emoción que sangre en las venas. "Carajo, Reiko. Lo hizo otra vez", suele decirme en mayúsculas. No obstante, por la escasa claridad que se mece tras la ventana, he de suponer que Fermín está durmiendo como un tronco sobre la cama, una acera —ebrio de primeras— o en la casa de alguna mujer que se encuentre, aunque eso último es de dudable procedencia.

El mensaje de Kaori es mucho más sencillo. Me pide, con demasiados corazones, que por favor la acompañe a la Ciudad Universitaria para que pueda entregar los últimos papeles que debe, que seguramente habrán de ser los cupones de los libros del inicio de curso, totalmente ajeno al primer cuatrimestre en donde tenemos cuatro materias. Kaori suele ser olvidadiza a veces, pero su amabilidad le sumó puntos aparte que obligó a los profesores a extenderle la fecha de entrega.

La hora que marca mi celular hace que me tiemble un ojo. Son las nueve de la mañana, un poquito pasadas. La ciudad que duerme comienza a revivir poco a poco con los gritos, claxones y vibraciones del tren a unas cuántas calles de distancia. La primavera ya casi llega. Cuando pienso en esa estación, sólo imagino los árboles de cerezo en los costados de la acera. Además del otoño, la primavera es la única estación que colorea la ciudad de tonos que están lejos de ser planos. El verano, por su parte, vuelve todo de un verde tan saturado que me hace doler los ojos cada vez que salgo afuera.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora