𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄

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encuentros insólitos




𝐋𝐀 𝐆𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐏𝐀𝐒𝐀 𝐀𝐋 𝐂𝐎𝐒𝐓𝐀𝐃𝐎 𝐃𝐄 𝐍𝐎𝐒𝐎𝐓𝐑𝐎𝐒 𝐂𝐀𝐃𝐀 𝐃𝐎𝐒 𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐎𝐒 y, por el rabillo del ojo, sus cabezas parecen ser cristales resplandecientes, redondos y amarillentos a la luz del sol. Mientras tanto, comienzo a cuestionarme si el hecho de haberle contado a los muchachos sobre nuestro encuentro insólito ha sido lo correcto. Jean sacude la cabeza, afligido. Lo lamentaba por los cuatro, aunque se mantenía sereno golpeteando la tapa de un libro con los dedos. La voz de Fermín al pasar de los minutos se volvió una muy impaciente por lo sucedido. En sí, no tenía demasiadas ganas de recordar lo que se sintió tener su pecho pegado al del otro. Cuando sí quiso hablar medianamente para no volver a mencionarlo más, describió aquello como: "Una cercanía frívola a la muerte".

—¿Les ha hecho algo más? Eh, de terror —masculla—. Igual, Levi tiene razón; nunca faltan de esos en cualquier curso. Nosotros en el instituto también conocíamos a un par como él, pero siempre pasábamos de largo.

—Con ignorarlo el resto del año estaremos bien —dice Levi, tratando de restarle importancia al tema. En parte es cierto. Por el primer año se mantienen todas las cátedras y comisiones hasta que comience el tercer cuatrimestre, y ya los horarios de las asignaturas son a elección personal. Si logramos ignorarlo un año entero, luego, podríamos olvidarnos de él porque sería demasiada coincidencia volver a coincidir en los horarios de ocho materias cuatrimestrales y anuales.

—No les hará más nada que mirarlos de forma amenazante. Si les sirve de consuelo, no hay asesinos en las universidades —Jean carcajea, tomándose todo esto como un chiste a pesar de haberse mostrado preocupado algunos momentos atrás.

Hago un esfuerzo por intentar creerle. Sin embargo, algo me da mala espina. Luego de estar caminando por el campus intentando hablar sobre el extrañísimo asunto de Miyazaki, finalmente logramos llegar a la cafetería. Jean es el primero en adentrarse de un soplido hacia el interior y, en cuanto entramos nosotros, yo doy un vistazo rápido y general a las mesas ocupadas. De repente, alguien da un brinco sobre uno de los sillones y levanta la mano haciendo movimientos efusivos, tratando de captar nuestra atención. Sonrío al ver la piel tostada de Eren y sus llamativos ojos verdes destacar entre el resto de personas con sus aires de muchacho carismático y guapetón.

—¡Me has estado mandando mensajes durante clase, idiota! —lo regaña Jean, acercándosele con las manos en los bolsillos.

Hay otras dos chicas que están al costado de él, y no conozco. Una tiene anteojos cuadrados, y uno de sus ojos está oculto tras un largo mechón de cabello marrón. La otra tiene su cabello del color del café recogido en una coleta desalineada. Sonríe cálidamente hacia nosotros, pero nos miran con ojos abiertos y curiosos. Yo abro la boca ligeramente, completamente dominada por el cansancio, aunque no sale ningún bostezo de mí.

—Quiero presentarles a Hange —dice Eren, mientras señala a la de lentes. Luego, la otra levanta la mano y vuelve a sonreírnos—, y a Sasha. 

—¡Erwin! —exclama Hange.

—¿Hange? Bien, parece que nunca dejaremos de coincidir en todos lados —Él se acerca para poder saludarla con un beso en la mejilla. ¿Se conocen? Es entonces que recuerdo que la primera clase en donde conocimos a Erwin, él nos había mencionado que estaba solo porque sus amigos habían elegido otras carreras. Parece ser que Hange es una de ellos.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora