𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐄𝐈𝐒

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los muertos se camuflan en la calidez de los vivos




𝐋𝐄𝐕𝐈 𝐀𝐂𝐊𝐄𝐑𝐌𝐀𝐍 𝐍𝐎 𝐏𝐎𝐃𝐈𝐀 𝐄𝐋𝐄𝐆𝐈𝐑 𝐀𝐋𝐆𝐔𝐍 𝐒𝐈𝐓𝐈𝐎 𝐄𝐍 𝐃𝐎𝐍𝐃𝐄 llevar a cabo su sesión fotográfica. La elección —de la cual pude darme el lujo de ser participante— iba entre algún lugar alejado de la ciudad o, simplemente, alguna de las habitaciones vacías en su casa, donde a veces se daba el lujo de tapar toda una pared con papeles de colores, y así poder jugar con la composición de sus fotos. Para Kaori, él quería una escena cándida, donde el fondo sería sencillo y plano, justamente para que ella pueda destacar, aunque no se encuentre en el centro del lente. Esto será un nuevo reto para él, porque siempre acostumbró a la fotografía callejera y nocturna. Sin embargo, supo decir que con los retratos no se llevaba bien, pero a veces le surgían las ganas de intentar algo así en determinados momentos.

Por fin le había llegado la hora de tachar aquel pendiente en su lista de objetivos.

Ahora le veo de reojo, arremangándose la camisa blanca hasta que sus codos quedan al descubierto y el tono níveo en su piel resplandece al recorte de luz. Parece no importarle la temperatura acentuada en la temprana mañana; en cambio, desde que vi a Fermín a primeras horas, comenzó a quejarse de todo el calor que hacía. Le supone otro tipo de sufrimiento más fuerte, porque su armario está repleto de ropa negra. A veces Naoko suele decirle, por pura pena, que le presta algunas de sus camisetas grises o blancas para que no se sufra de un golpe de calor.

Mientras caminamos en silencio, Erwin va saludando a todas las personas que se cruza por el camino. Primero pensé en lo sociable que alguien tendría que ser para conocer a tantas personas, pero, no se trata de las habilidades para encontrar objetos de habla y matar silencios, sino de ser alguien amable y respetuoso. Además, Erwin menciona que la mitad de personas que saluda, ni siquiera las conoce del todo bien. "Supe verlas en la Expo Carrera", dijo él con neutralidad, pero sabía que se estaba aguantando una sonrisa. La gente como Erwin, es imposible de detestar. Eso sí, hace que todo parezca lo más fácil del mundo. A mí me cuesta hasta ser la primera en hablar en los grupos que tenemos en el teléfono. Casi siempre soy la que responde con monosílabos, porque tampoco puedo darme el lujo de explayarme como yo quisiera.

—¿Dónde está el resto? —Levi es el primero en volver a hablar. Mira a todos lados, buscando a Azumi porque seguramente mantiene alguna de sus viejas costumbres. En el instituto, Azumi siempre llegaba más temprano de lo normal a las clases porque sus padres partían a trabajar muy temprano. Nosotros dos, para no dejarla sola, hacíamos el pequeño esfuerzo de levantarnos más temprano de lo normal para llegar hasta el colegio, y pasar alrededor de treinta minutos dando vueltas por los corredores hasta que se dieran las siete en punto.

—Kaori me ha dicho que hoy ingresaban un poco más temprano.

Crují la espalda con pereza y Fermín refunfuñó.

—Hoy veremos traseros.

—Eres asqueroso —le digo yo con desdén.

De repente, mi cuerpo se torna rígido e inerte al ver el cuerpo cenceño del profesor Hashimoto dibujarse con nitidez entre los alumnos. Lo dicho está hecho; nos juntaríamos aquí para separarnos en cátedras y comisiones, para así comenzar a distribuirnos entre los hospitales de las distintas zonas de la ciudad. Seguramente el hombre ha venido de resolver un asunto banal y, en ese caso, habría hecho el ridículo si yo hubiese salido disparando por donde vine porque aún no me cae la ficha de la precoz vivencia universitaria. Dándonos una mirada de reojo —contando alumnos con los dedos—, anuncia con voz estentórea que esperaremos alrededor de cinco minutos antes de partir.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora