𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐔𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐒𝐄𝐈𝐒

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❝sin salida❞




𝐋𝐀 𝐏𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀 𝐂𝐄𝐃𝐄 con pesadez tras ejercer un poco de fuerza. Un soplido de aire fétido surge desde el interior. Es un olor que roza lo ácido, nauseabundo, quizá algo resultante de la mezcla de metales oxidados, humedad y agua estancada. El interior del aula es semejante a la cueva que describió Levi al hablar de su sueño. Veo un lugar cubierto de grandes piedras amontonadas, rastros de pisadas con barro y cucarachas. ¿Dónde está él? ¿Seguirá vivo? El hecho de pensar fugazmente que existe una gran posibilidad de que ya no esté conmigo, me retuerce.

—Esto es un suicidio —le susurro a Eren. Él deja la puerta del aula abierta en caso de tener que salir pitando.

—Tengo la impresión de que los demás están aquí abajo.

A medida que descendemos por las escaleras de piedra observo antorchas en las paredes ancladas con alambres que clavaron en agujeros pequeños. Con cada escalón que bajamos el calor se hace más sofocante y el sudor que produce mi cuerpo aumenta considerablemente. A este punto, mi ropa está empapada. Las sombras se proyectan en las gruesas paredes de piedra sacándonos más de un susto, pero más allá de nuestros pasos no se escucha absolutamente nada. ¿Por qué estamos entrando a este sitio? Anteriormente tuve este tipo de malos presentimientos, y siempre acabó mal. Deberíamos pegar media vuelta e irnos.

—Hange tenía razón... —susurra intentando no hacer demasiado ruido al bajar por los escalones—. Si es que hay alguna comunidad aquí... han estado por demasiado tiempo. Más del que nosotros podemos imaginarnos, Reiko.

Los símbolos siguen estando escritos sobre las piedras y parece que, a medida que descendemos, se van sumando ocupando ya, cada centímetro de las paredes. Debajo es un infierno de olores repulsivos y heces desparramadas. Me tapo la boca para no vomitar, y a Eren se le escapa una arcada de asco. Es inevitable. Las escaleras están a punto de terminar... Al final, se reflejan nuestras sombras de una manera extraña. No sé de qué otra forma podría describirlo. Las llamas flameantes de las antorchas deforman nuestras figuras.

Llegando al final hay una doble puerta abierta en la mano izquierda del último escalón. Nos asomamos lentamente; Eren es el primero en ver todo. Me acerco con sigilo, y doy una ojeada rápida a la zona. Abro la boca, pero de ella no se escapa ni un jadeo de impresión. ¿Qué es todo esto? Múltiples pasillos angostos se desparraman por el subterráneo, y cada habitación a la vista posee grandes rejas oscuras y oxidadas. Es similar al aspecto de una vieja cárcel. ¿Cuánto tiempo les llevó construir todo esto?

—Si todas estas habitaciones están ocupadas, Reiko, eso quiere decir que hay demasiadas personas en este... bosque —balbucea en mi oído. Asiento al escuchar su voz, sufriendo un escalofrío mortífero. Los múltiples gritos que escuchamos en el muro de piedra, al principio, me confundieron. Sabía que eran demasiadas voces. Sabía que no era uno solo. Entonces, ¿de cuántos estamos hablando? Si un asesino era un gran problema... Estamos hablando de más de diez.

Nos adentramos poco a poco en el subterráneo. Las primeras habitaciones que cruzamos se encuentran vacías, y las rejas fueron cerradas con llave. Ni siquiera poseen cortinas que les otorguen privacidad. Creo que, en realidad, estas celdas no son para los miembros de esta comunidad que estamos descubriendo sobre la marcha. ¿Los chicos habrán visto esto? ¿Estarán intentando escapar de este laberinto? Puede que los crucemos en cualquier momento. Solo habría que prestar atención al entorno...

—Creo que... es mejor que salgamos de aquí —balbucea Eren. Asiento sin darle tiempo a la culpa para que detenga mi cuerpo en frente de estos hierros. Sé que queda mucho por ver. Sin embargo, no se escucha nada. Es solo un gran silencio profundo interrumpido por nuestros pasos apresurados, mientras intentamos volver a las escaleras.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora