𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐓𝐑𝐄𝐈𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐎𝐂𝐇𝐎

93 20 7
                                    




❝mentiras piadosas❞





𝐓𝐎𝐃𝐀 𝐋𝐀 𝐌𝐀Ñ𝐀𝐍𝐀 𝐒𝐄 resumió en lo catastrófico. Inmediatamente después de lo ocurrido durante la noche, intentamos devolver todo a su lugar; hasta el cuerpo de la mujer cuyo nombre era Ely. Lo averiguamos una vez volvimos todos a casa. Al vernos, éramos idénticos: ojeras oscuras, cuerpos débiles y una angustia desmedida. Discutimos un montón acerca de cómo proceder y, luego de un rato, quedamos en que nadie le diría nada a las autoridades. Sin embargo, Eren dijo algo sobre una llamada anónima o mandar alguna carta a la estación central de detectives. Imposible. La idea nos pareció estúpida.

"Iré con Kaori al invernadero para ver si encontramos al idiota ese".

"No me esperes para volver a casa, Reiko".

"Cuidaré a Kaori".

Unas manos ásperas me agarran por los hombros, sacudiéndome con lentitud. Alarmada, lanzo un grito que también sobresalta a Eren. Encuentro sus ojos verdes muy abiertos. Su comportamiento cada vez es mucho más precavido. Eren gritaba mucho. Era ruidoso estar cerca de él, pues poco le importaba que la gente se enterara de lo que conversáramos. Por ahora, lo nuestro es un constante secretismo que huye de las masas. 

—¿Ahora qué? Habría que arriesgarnos un poco si tarde o temprano vamos a morir, ¿no?

Invito a mi rostro a sonreír. He olvidado cómo hacerlo; estiro las comisuras, poco a poco, hasta que me sale una mueca. En ello, una brisa cálida levanta una hoja verdosa del suelo y la lleva hacia mi cabeza. Me la quito y la observo detenidamente mientras ambos echamos a andar nuevamente, muy pegados al cordón, pero no sobre calle.

—Estás casi igual de loco que yo, ¿o me equivoco? Tiempo atrás esto te hubiese parecido un suicidio.

—El mundo se ve distinto una vez se está cerca de la muerte, Richi —Más allá de saber que Eren intentó meter en la frase algo de optimismo, a mí me parece retorcido el hecho de pensarnos muertos en algún futuro no muy lejano. Por ende, debo borrar toda expresión en mi rostro hasta quedar seria.

—No lo sabemos todavía, Eren.

—Justamente es por eso que lo digo.

A lo mejor Eren realmente piensa que algo nos va a suceder. Espero que no sea así. Estoy haciendo todo lo posible para que eso no ocurra. Independientemente de la forma en la que pensemos o veamos toda esta situación, iremos a conectar en algún punto. ¿Se estará dando por vencido desde lo que pasó ayer?

Apretamos el paso a medida que pasan los minutos, y en ello aumenta nuestra tensión. Eren jamás vino aquí, donde en esa oquedad surgió mi promesa individual de jamás volver a pisar un lugar tan peligroso. Me digo que esta precipitada decisión es producto de la imparable hambre por las respuestas. Quedamos en que solo entraríamos para ojear la habitación rápidamente y luego saldríamos por la ventana. Quedé con dudas desde la última vez que observé la pared de las fotografías. Todavía tengo claras sospechas sobre Miyazaki, pero algo me dice que, respecto a él, hay algo más que estamos pasando por alto. Se podría tratar de un cómplice o, en otro caso, alguien más como nosotros que intenta resolver toda esta locura. 

Elevamos nuestro nivel de alerta tras cruzar las últimas calles y evitamos acercarnos directamente de frente al búnker. Aguardamos detrás de la pared de ladrillos alrededor de treinta minutos simplemente para asegurarnos de que Miyazaki no esté allí. Una vez advertimos que todo se ve solitario, corremos hacia la entrada. Para no poseer trabas, o cerraduras donde meter llaves, quiero creer que este no es realmente el hogar de Miyazaki. Intuyo que él viene de otra parte, y esto es solo un escondite, pues a nadie más que a él se le ocurriría venir aquí.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora