𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐄

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la curiosidad mató al gato




𝐀𝐇𝐎𝐑𝐀 𝐕𝐈𝐄𝐍𝐄 𝐋𝐀 𝐏𝐀𝐑𝐓𝐄 𝐌𝐀𝐒 𝐄𝐗𝐓𝐑𝐀Ñ𝐀 𝐃𝐄 de este día, creo yo. Nos acaban de decir que hoy saldremos un módulo más temprano porque un profesor ha faltado. Miro la hora; aún faltan unos minutos para que esto acabe y tengo urgencia por ir al baño. Sasha está en la misma posición en la que la vi cuando comenzó Química General. Pienso en despertarla, pero me da un poco de lástima, de modo que termino decidiendo que lo haré una vez el reloj marque las doce en punto. Parece que está profundamente dormida; el día se ve horrible.

Hange está anotando cosas en su cuaderno. Quiero ver a Petra también; se ha sentado dos filas adelante con Auruo y los veo cotillear desde aquí. Quiero decirles a ambos que deseo que vengan a mi cumpleaños. Aunque la camioneta de Adrien rebalse, nos las ingeniaremos para entrar todos de alguna forma. Entonces, antes de volver a hablarle a Hange, me relamo los labios.

—¿Segura que quieres llevar tu computadora? —Hay un grito que se escucha en el pasillo, afuera. Me distrajo por un segundo, pero sigo hablando—. No me haré cargo de los daños.

Me rio levemente. Nuestras miradas se cruzan e inclina su cabeza con gracia. Los lentes se le resbalan por el tabique.

—No te preocupes por eso, Eren. Tú concéntrate en disfrutar tu cumpleaños.

Mi cara se tuerce en una mueca, porque en realidad no podré festejar mi cumpleaños el treinta como teníamos planeado. Cae lunes, y todos tenemos clases. Hemos hablado por el grupo casi toda la madrugada; quedamos en que al final íbamos a hacerlo el sábado veintiocho. Me pareció bien.

—¿Ya terminó la clase? —oigo a Sasha que pregunta con voz dormilona.

—No —le dice Hange—, pero no falta mucho.

Sasha levanta la cabeza del banco como si le pesara veinte kilos. A través de la ventana del curso pasan dos hombres. Ella los sigue con la mirada como si fuese lo único interesante. No los reconocí; sin embargo, la universidad es demasiado grande como para pretender querer saber los nombres de todos. Es imposible e ilógico. Consternado, veo que se apagan las luces del salón, pero es obvio que no nos quedamos en oscuras, porque hay un sol allá afuera que parece querer patear los vidrios del salón.

—Ah, sí —dice Pixis, nuestro profesor—. Un tipo de radiación electromagnética, y por tanto constituida por fotones, producida generalmente por elementos radiactivos o por procesos subatómicos como la aniquilación de un par positrón-electrón. También se genera en fenómenos astrofísicos de gran violencia.

—Oh... entiendo —le contesta.

Intento gritar el nombre de Petra, pero Hange me aprieta la mano con fuerza. Le propino un leve codazo y ella se acomoda los lentes mejor sobre el tabique.

—Vamos —me dice. Estoy a punto de preguntarle que a dónde; veo que todos comienzan a levantarse, entonces sé que la clase ya terminó. Ayudo a Sasha a que se ponga la mochila y también le digo que se saque el moco que se le está asomando por una de las fosas. Giro los hombros varias veces antes de ponerme la mía en la espalda, porque siento todos mis huesos rígidos. No somos muchos en Bioquímica, pero es un lío salir de este salón que mide lo mismo que un baño público. No nos movemos con rapidez porque es viernes y el cansancio nos pasa factura.

—Eso es porque le pones demasiado bicarbonato de sodio —dice Hange, porque Sasha se quedó varada en los primeros veinte minutos de clase—. Con treinta gramos está bien. Luego, el indicador natural hará su trabajo.

—Lo haré de vuelta —contestó.

Aunque el tono de su voz no fue amable, tampoco fue con desprecio. Lo dijo con mucha naturalidad. Me mira a mí como esperando una respuesta. Me encojo de hombros.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora