𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐒𝐄𝐒𝐄𝐍𝐓𝐀

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❝la despedida❞




𝐋𝐎 𝐌𝐈𝐑𝐎 𝐒𝐈𝐍 𝐒𝐀𝐁𝐄𝐑 bien qué decir. El encierro subterráneo nos proporcionó más calor del que necesitábamos, puesto que afuera era sencillo temblar igual que un ciervo, y aquí apestamos a sudor. Pasé la mano por mi frente más de cinco veces en menos de dos minutos y, aun así, no consigo detener el goteo.

—Recuerdo que Eren nos había dicho que se habían infiltrado alumnos de otras carreras al laboratorio o a sus clases —digo apresuradamente—. Dios mío. Sí, pensé que era normal que algunos quisieran darles un vistazo a las otras clases. Total, la universidad es pública. Cualquiera es libre de meterse en donde le llame la curiosidad...

—¿Alumnos de otras carreras? —Miyazaki lanza una carcajada al aire—. Eran estos hijos de puta yendo a investigarlos más de cerca. Me sorprende que no les hayan hablado con tal de sacarles más información.

—¿Y por qué fueron al laboratorio con Eren y los demás? No lo entiendo... De verdad que intento comprender lo que ocurre, pero no puedo procesar nada...

—Lo más probable es que aquella rubia le haya contado a Suzuki que hizo nuevos amigos, y habrá mencionado a Sasha por su apellido. Suzuki lo sabía. Pudo haber mandado a investigar a su clase para corroborar que, en efecto, era ella a quien buscaban.

Hinami.

Seguimos corriendo por los pasillos; ya ni siento el cuerpo por la adrenalina, y Miyazaki ha guardado una de las armas que tenía dentro de una bolsa negra que cuelga de su espalda. La miro con nervios, pues no entiendo nada de ellas, y si se escapa algún tiro probablemente moriría del susto. Para el miedo no hay límites; siempre se supera a sí mismo, aumentando la intensidad del pavor. Puede que sea esa la razón por la cual se convierta en un sentimiento tan peligroso.

—Tienen que estar cerca —gruñe.

Al fondo diviso las escaleras similares a las de la entrada; los peldaños se hunden más en el suelo. Miyazaki y Levi son lo suficientemente ágiles para deslizarse por el subterráneo sin llamar mucho la atención. Por el contrario, sospecho con vergüenza que mi cuerpo herido es una gran carga al ser incapaz de moverme tan rápido como ellos. Pero, a pesar de todo, lo intento. Detengo el paso justo detrás de la sombra de Levi, y para cuando tengo intenciones de preguntar qué ocurre, dos hombres vestidos de negro emergen desde la oscuridad más recóndita, subiendo los peldaños y parándose en el hueco igual que gárgolas. Ambos nos señalan con sus dedos índices; agarran machetes con fuerza. Me tapo la boca para no gritar cuando comienzan a correr hacia nosotros; Miyazaki saca un cuchillo de no sé dónde, y yo quiero agarrar a Levi de la mano cuando veo que él me empuja hacia atrás.

—¡Reiko, retrocede! —exclama.

—¡¿Qué mierda haces con un cuchillo?!

—Pelear, estúpida —contesta Miyazaki por ambos.

Miro la pelea atónita. Cuatro hombres luchan a muerte, y uno cae al suelo agonizando del dolor con un corte seco en su garganta. Parte de su piel se abrió igual que un gajo. Veo su piel, al principio muy blanca, medio pálida, volverse entre roja y azul en medio del borbotón de sangre. Lanzo un grito de horror al comprender que se ha muerto en frente de mis ojos; Miyazaki lo ha matado. Miyazaki está saciando su sed de venganza en frente de nuestros ojos. Por otra parte, Levi gira el cuchillo entre sus dedos y lanza patadas. ¿Desde cuándo sabe pelear? Un golpe seco en las costillas de aquella persona es suficiente para sacarle todo el aire de los pulmones. Retrocede jaspeando. Levi ha matado a una persona...

No puedo decir más nada. Miyazaki exclama que sigamos corriendo hacia las escaleras, pues los demás ya se habrán enterado de nuestras posiciones debido al ruidoso encuentro. Me veo en tercera persona levantándome del piso, gateando sobre las piedras, intentando seguirles el paso. Parece que las cosas siempre suelen salirnos mal.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora