𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐃𝐎𝐒

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el pasillo del CCM




𝐅𝐈𝐍𝐀𝐋𝐌𝐄𝐍𝐓𝐄, 𝐀𝐍𝐆𝐔𝐒𝐓𝐈𝐀𝐃𝐎𝐒 𝐏𝐎𝐑 𝐄𝐋 𝐕𝐈𝐀𝐉𝐄 𝐐𝐔𝐄 𝐇𝐀𝐑𝐄𝐌𝐎𝐒 𝐄𝐋 veintiocho, Fermín sigue insistiendo en que pedirle la camioneta prestada a su padre será demasiado fácil. Intentó hablar con él ayer, pero nunca le contestó el teléfono. Ha pasado un día entero desde el sábado y casi nadie ha dicho nada por haber dormido todo el día. No soy la excepción, y habría dormido un poco más de no ser por Ryo que me había despertado simplemente para que coma algo.

—¿Y cuándo volverás a verlo? —Levi arruga la nariz. Ha estado estornudando desde que le vimos.

—Seguramente hoy lo veré por la tarde cuando vuelva del trabajo. Tampoco le hablaré en cuanto cruce la puerta porque siempre arrastra un humor de perro. Hay que dejarlo beber y comer un poco. Con el estómago lleno las bestias se calman.

—¿Se llevan mal? —pregunta Erwin.

Fermín, simplemente, se encoge de hombros.

—Erwin, nadie lo sabe —susurra Levi.

Creo que eso es lo peor. Cuando íbamos a la casa de Fermín la tensión se podía palpar en el aire cuando Adrien estaba ahí con nosotros. Sin embargo, él adora a Levi; le gustan sus fotografías y quiere intentar llevarse lo mejor posible con él. Fermín, por lo que me supo decir un día, trataba de conversar con él lo más que podía, pero Adrien siempre se cerraba demasiado.

Ahora estamos cerca del departamento de Erwin, pasando la rotonda y dirigiéndonos al CCM porque tendremos Anatomía como todos los lunes. El calor es sofocante, pero el hospital siempre está tan frío que por momentos suelo olvidarme que estamos en primavera. No obstante, es un frío incómodo; la bata blanca no abriga nada. Ayer en la noche hemos entregado unas actividades prácticas; ahora, debemos dedicarnos a estudiar para los próximos parciales que se acercan como masivas avalanchas.

—Qué vergüenza.

—La has manoseado entera —dice Levi, como queriendo reírse. Hace una mueca. Una sonrisa torcida para el que le vea y no lo conozca demasiado—. ¿Ha estado buena la aventura?

—Había bebido mucho y era linda, no voy a mentirte. Fue extraño, Levi... La piel de esa mujer era como una plumilla. El alcohol me volvió tonto...

—¿Le preguntaste el nombre?

—No —dice él.

Levi niega lentamente. El CCM está próximo a nosotros; cuando lleguemos deberemos bajar hasta llegar al mismo pasillo umbrío y vacío de siempre. Antes que nada, hacemos una parada rápida en los baños para colocarnos la bata, sacar los guantes y la máscara del bolso. Luego, me estremezco una vez veo la palabra "MORTEM" por encima de la puerta metálica. La chapa se ha desgastado. Son borrosas. Todavía estoy un poco somnolienta y trato de aguantarme el dolor de tobillos que tengo.

Takaeda tiene la sonrisa más radiante que vi en la semana. Da un vistazo general al grupo cuando aparece desde la puerta y nos deja pasar tranquilamente. Siempre que entro aquí trato de evitar ver las bolsas con las que cubren los cuerpos. El primer vistazo de sus pieles secas y arrugadas me revuelve el estómago. Todavía sigo con la sensación de que levantarán los párpados y me encontraré con dos cuencas totalmente vacías.

—Tumbado sobre la espalda con los brazos y las piernas en extensión y cerca del cuerpo. El paciente se encuentra tendido boca arriba, en posición horizontal, siendo el eje del cuerpo paralelo al suelo. Esta es la posición más común que adopta el paciente en la cama y también es la más frecuente en operaciones quirúrgicas. Permite una expansión pulmonar y facilita la alineación de los distintos segmentos corporales.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora