𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻

𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐄𝐈𝐍𝐓𝐈𝐎𝐂𝐇𝐎

❝decisiones erróneas❞

𝐅𝐄𝐑𝐌𝐈𝐍 𝐃𝐔𝐁𝐎𝐈𝐒 𝐒𝐄 𝐋𝐄𝐕𝐀𝐍𝐓𝐀 𝐃𝐄𝐋 𝐄𝐒𝐂𝐑𝐈𝐓𝐎𝐑𝐈𝐎 donde desparramó su cuerpo durante varios minutos seguidos y, una vez se despega de él, descubro que hay un montón de papeles acumulados bajo donde se encontraba parte de su torso. Es el historial médico de Falco, su paciente. Abarca cuatro carpetas demasiado gruesas ordenadas por determinadas secciones importantes. En realidad, no tiene sentido que se las haya traído hoy a clase, pero el médico a cargo de él sigue atemorizándole más que Miyazaki. Se ha olvidado rápido de todo el asunto, o eso es lo que intuyo.

—Ya, Fermín. La clase ha acabado —le digo. Me mira fuera de sí, debajo de una notable cortina de fibras marrones.

—¿Tan rápido? —pregunta, desconcertado.

Me encojo de hombros como respuesta. No sé qué es lo que ha ocurrido, pero el profesor Hashimoto nos ha dicho que, por respeto, hoy acabaríamos las clases un poco antes. Nadie tuvo el valor de preguntarle qué es lo que le había hecho tomar esa decisión tan espontánea. No obstante, salieron todos callados del salón.

—¿Y Erwin?

Hago una pausa para reflexionar su cuestionamiento. Hablando de él, le he preguntado qué tenía planeado hacer y, en cuanto a su respuesta sutil, la he olvidado por completo. Llego a la conclusión de que todos estamos zambullidos en nuestro propio mundo de dudas y preocupaciones. No dejamos de desconectarnos constantemente de la realidad. De hecho, seguramente nadie de nuestro grupo recuerda con exactitud qué hablamos por teléfono durante las primeras horas de la mañana.

Afuera sopla el viento, cálido como las brisas del Norte. Aparto mis cabellos con movimientos perezosos, concentrándome en inhalar y exhalar. Estamos a pocos días de mi cumpleaños y ni hemos hablado de eso, y prefiero que el asunto se mantenga así, como un asunto ilícito. Mi último cumpleaños fue humillante y es un recuerdo anulado a consciencia. El pastel rosado que me hizo Kaori y mi intento desastroso de querer parecerme un poco a ella, con aquel vestido naranja y llamativo, evocó en un completo desastre. Tratar de encajar en algo que no es lo mío, en el fondo, es un motivo constante de aflicción.

—No lo he olvidado —Levi Ackerman camina cerca de mi hombro y habla en tono confidente. De haberme visto preocupada, estaría en lo correcto. Más allá de no querer recordar lo que merodee por esos tiempos remotos, me entristecería rotundamente que alguien no me saludara en mi fecha especial—. Te ves mal.

—Me duele el estómago, eso es todo. Ayer leí un artículo científico sobre la leucemia y es un poco desalentador.

—¿Lo dices por Mel?

Asiento, y procuro callar. Las frustraciones se terminan acumulando en puntos específicos del año. Por ahora, además del asunto de un paciente que recién conozco, está el hecho de saber que tendré que actuar serenamente para no ocasionar molestias por mi abatimiento. ¿Debería pintarme el cabello? ¿Debería dedicarme a ser una mujer bella? Las frustraciones juegan partidas de ajedrez en mi cabeza para averiguar cuál de todas me vencerá primero. Tener a Levi tan cerca va adelantándose al tirar más piezas blancas. ¿Podría parecerme a Kaori alguna vez? Poseer una pizca de toda esa belleza natural que ella tiene encima es un sueño irrealizable.

Qué suerte tienen algunas. Yo me quedo con la esperanza de no ser tan desastrosa, como para tener la posibilidad de que alguien alguna vez piense en mí como en algo agradable.

—El viernes no tendremos clases, como siempre. Ahora, díganme—dice Fermín, con los brazos cruzados a la altura del pecho.

Lo que parecía como una mueca en el rostro de Azumi, evolucionó al punto de ser una gran sonrisa de oreja a oreja. Me revuelve el cabello con sus dedos y, durante la acción, siento sus uñas muy largas; me susurra al oído que ya tiene planeado mi regalo de cumpleaños, y también el de Kaori. Yo cumplo el diecisiete y ella el veinte, por lo que hay años en los que los festejamos juntas, como este. La idea siempre nos resultó emocionante.