𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐂𝐔𝐀𝐑𝐄𝐍𝐓𝐀 𝐘 𝐂𝐈𝐍𝐂𝐎

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❝solo yo y la soledad inexorable❞


𝐂𝐑𝐔𝐙𝐎 𝐋𝐀 𝐂𝐎𝐂𝐈𝐍𝐀 𝐘 𝐕𝐄𝐎 𝐓𝐎𝐃𝐀𝐒 𝐋𝐀𝐒 𝐋𝐔𝐂𝐄𝐒 𝐃𝐄 casa apagadas. Por momentos me quedo inmóvil en la bruma, divagando sobre quién podría haberme dejado una carta al costado de la cama. Ese miedo supersticioso me invade sin consideración ni prudencia. ¿Dejé que pase lo mismo? Piel de gallina. Con cada paso que doy hacia la ventana, la madera cruje. De pronto, sé lo fácil que es llegar a la correcta conclusión: alguien entró a mi casa durante la madrugada, justo cuando conseguí dormir después de haber estado sobreviviendo en la vigilia de la pesadumbre.

Arrugo el papel que sostengo entre mis dedos. Lleno mis manos de tinta muy fresca al abrirlo sin darme lugar a pensármelo más de dos veces. Ojeo todo por encima; subo los escalones, limpio mis labios con el dorso de mi mano libre y recorro las líneas. Paso por el pasillo en penumbra y vuelvo a mi cuarto iluminado. Late el terror hasta en el borde de esa piedra brillosa.

"Él, mi abuelito, tenía un jardín lleno de las flores más singulares. Se las regalaba a los ciudadanos muy sonriente. Eran flores usurpadas del bosque Aokigahara. Las últimas eran para su hijo, y a nosotros sus nietos. Reiko Shiraoka, primer año de Medicina, Ciudad Universitaria en la central de Tokio. Estoy emocionado por conocerlos, pero, escucha mi advertencia: analiza tu entorno. Piensa bien, de momento, quiénes son tus verdaderos amigos. Dentro de poco los veré".

Miro la carta. Miro las palabras y se crea un vacío insondable en mi pecho. ¿Abuelo? ¿Hijos y nietos? ¿Miyazaki escribiría algo como esto? Según las sospechas de Hange Zoe, él debería ser el hermano de Armin Arlert y Alexander Schneider por lo que, considerando el parentesco del desaparecido con uno de las principales víctimas de la cadena, la carta vendría de algunos de los últimos hermanos con vida. Tenemos la convicción al afirmar sus parentescos. ¿Aniquilar por usurpar flores? Veo en ello poco sentido. Hay algo más retorcido detrás de esta carta, cuyo significado debe ser otro. Quizás en esas últimas líneas.

Saco un papel blanco a ciegas de la cajonera y escribo un par de palabras intentando que, más allá de mi temblor incontrolable, las letras se vean claras. Escojo un par de útiles, me calzo un pantalón, y me escabullo por el pasillo hasta llegar al cuarto de mis padres; duermen plácidamente con las luces apagadas. Dejo la nota debajo del velador. Escribí que no me esperen para desayunar juntos, pues me iré mucho antes a la universidad para preparar un par de exámenes con los muchachos. Reprimo un nudo en la garganta al cerrar la casa con llave.

Ignoro el asunto de los automóviles y semáforos en rojo; si me atropella un camión no me enojaría con el conductor en lo absoluto. Frunzo el entrecejo a medida que la rotonda se hace mucho más grande ante mis ojos. Miyazaki estuvo asistiendo a las clases últimamente, y pienso que es asombroso que ya no se dedique a asistir únicamente a las de Anatomía. Sobre eso, tengo mis teorías poco estables. ¿Cambió algo? ¿Debe pasar más tiempo en la universidad para asegurar su propia vida?

Levanto la mirada de mis pies y estoy en frente del Pabellón Sur. No lo dudo ni por un segundo; me meto ignorando la corazonada. Solo el odio y el miedo me harán entorpecer. "Este lugar inhumano hace monstruos humanos...", recuerdo la línea. El aire se acorta a medida que subo al tercer piso. Disminuyo considerablemente la velocidad de mis pasos. Mi condición física apesta. Hoy, más que nada, rompo la regla de oro al estar completamente sola en este edificio espacioso.

—¿Y esa prisa? Parece que huyes de un asesino en serie —Reconozco la voz de Miyazaki. A su tono no lo vi venir, más allá de que su presencia callada siempre sea algo esperado en nuestra desastrosa situación. Utiliza el sarcasmo cuando, por intuición mía, quizá no esté corriendo algún peligro inminente.

𝐇𝐎𝐖 𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐑 | 𝗹𝗲𝘃𝗶 𝗮𝗰𝗸𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora