XIV. Un corazón de piedra

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Cuando llegamos al metro, Newt estaba en el suelo y Grindelwald intentaba manipular a Credence. Tina, en cuenta vio la escena, se acercó corriendo para tranquilizar al crío, quien parecía que le escuchaba atentamente. Yo decidí mantenerme al margen. Demasiadas personas hablándole le enfadrá más. Cada uno le intentaba convencer de que su punto de vista era el correcto, o de que tenían razón.

-Este hombre... -dijo Tina señalando a Graves- te está utilizando.

-No le hagas caso, Credence. Quiero que seas libre. Tranquilo- respondió intentanto apaciguarlo.

-Esta escena me es muy familiar- dije con sarcasmo y rodando los ojos-. Credence, no nos escuches a ninguno- eso provocó que lo poco de humano que se le veía abriese los ojos con sorpresa-. Sólo tienes que escucharte a ti. Tienes que escuchar tu corazón- me puse la mano en el pecho con suavidad. Todas las miradas estaban sobre mí-. No te sientas atado a nadie porque te hayan salvado, siéntete libre de escoger tu propio camino.

El obscurus comenzó a encogerse, y su cara espantosa se parecía cada vez más a la de Credence. Todo parecía que iba a salir bien cuando llegaron bastantes aurores blandiendo las varitas de forma amenazadora. Los cuatro intentamos evitarlo, pero al final le dispararon hechizos continuamente con una tenacidad brutal, hasta que implosionó. No lo intentamos lo suficiente.

Toda la fuerza nos expulsó a los que estábamos en el suelo con virulencia. Tras ebullir de rabia, Graves empezó a amenazar a todo el mundo. La que pensé que era la Presidenta se acercó a él con paso intimidante, respondiéndole que ella había ordenado el ataque. Tina lloraba en el suelo, abrazada por Newt. Yo simplemente observaba la escena. Se iba a poner interesante.

-Lo que ha hecho esta noche aquí ha sido un error- dijo Grindelwald dirigiéndose a la Presidenta.

Así empezaron una discusión, no muy agradable, en la que se echaban la culpa mutuamente. Finalmente, ella ordenó que lo capturasen. Los aurores flaquearon, sintiéndose amenazados por Grindelwald. Le empezaron a disparar hechizos desde todos los ángulos, aunque él los repelía con una tranquilidad escalofriante.

No sabía qué hacer. ¿Era Grindelwald digno de mi confianza? Por un lado, todo el mundo decía que no. Y no había que ser muy inteligente para saber que es una persona egoísta y que puede llegar a ser cruel. Pero por otro lado... Ha sido el único que no me ha dado nunca la espalda, que me ha ayudado sin pedir o esperar nada a cambio y que no ha llegado a temerme. Si le ayudaba, sería definitivamente una delincuente. Aunque no sabía muy bien si ya lo era o no. Si no le ayudaba, ¿dejaría de confiar en mí? ¿Se volvería mi enemigo? Sinceramente, no parecía que necesitase mi ayuda.

Controlaba bien la situación hasta que Newt sacó al mal acechador del bolsillo, protegiendo a los aurores de los contrahechizos de Grindelwald. La criatura lanzó con todas sus fuerzas una cuerda chisporroteante de luz que se enroscó como un látigo alrededor del mago. Éste intentaba liberarse, pero no podía y se le calló la varita.

Accio!- gritó Tina, a cuya mano voló la varita. Grindelwald miraba a todos con odio. Excepto a mí. No sabría decir cómo me miraría a mí porque me saltó. Newt y Tina avanzaron hacia él. Yo me quedé plasmada en mi sitio, sin poder moverme por la tensión que sufría mi cuerpo. Tenía cada músculo agarrotado, y me di cuenta de que mi respiración estaba agitada.

-Revelio- dijo Newt. El rostro de Graves fue desapareciendo poco a poco, hasta que sólo quedó el verdadero Grindelwald. Madam Picquery se acercó a él.

-¿Cree que puede encerrarme?- le preguntó despectivo con su típico tono de voz.

-Haremos lo posible, señor Grindelwald.

PHOENIX• Animales Fantásticos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora