XVIII. La oveja disfrazada de lobo

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Aunque hubiese reconocido sus zapatos, su voz me sorprendió:

-¿Señorita Dallaras? ¿Qué hace aquí fuera?- sabía que si Percival se enteraba de la conversación que acababa de tener con Newt me metería en problemas, así que no me quedaba más remedio que disimular aunque me quemase cada poro de la piel-. ¿Se encuentra bien?- pasó su mano delante de mis ojos, comprobando si veía. Reaccioné de inmediato.

-¡Señor Graves!- puse mi mejor sonrisa-. Sí, disculpe. Hoy he dormido un poco mal y estoy cansada- era la primera excusa que se me pasó por la cabeza-. ¿Qué hace aquí?- me tembló la voz, por lo que lo disimulé carraspeando.

-El señor Scamander me dijo que me había dejado mi bufanda en el bar- qué originales, ¿se habrían puesto de acuerdo?-. Me ha pedido que venga a recogerla. No sabía que estaría usted.

-¿Por qué? ¿Le molesta mi presencia?- necesitaba irme ya de ahí.

-Para nada, todo lo contrario- me dedicó una sonrisa ladeada-. Pero su compañero me había dicho que se iba. ¿Ya ha vuelto?

-Eh... No. Es decir, sí que he vuelto, obviamente, porque estoy aquí. Pero, eh... Me voy- hablé tan rápido que me sorprendería si me hubiese entendido. No ayudaba el nudo de mi garganta-. Lo que quiero decir- dije más despacio y cogiendo aire-, es que me vuelvo a ir. Además, está cayendo una buena tormenta.

-Tenemos suerte porque ha salido sol y hace un tiempo estupendo. ¿Puedo acompañarla?

-No- dije demasiado rápido. Se supone que lo iba a decir en mi mente, pero al parecer mis neuronas no funcionan bien y también lo había dicho en voz alta. Frunció el ceño-. No es por usted, es porque voy a hacer tareas aburridas y no me gustaría que malgastase su tiempo. Seguro que tiene muchas cosas imporantes que hacer- intenté limpiar mi desliz y convencerle de que no viniese conmigo.

-De hecho, hoy no tenía pensado ir a trabajar. Permítame que insista, me gustaría conocerla más- le miré directamente con incredulidad. ¿Qué digo ahora? En ese momento me acordé de lo que me dijo Grindelwald: "Si quieres hacerles daño, hazlo desde dentro". La había cagado con Newt, pero todavía podría aprovecharme del MACUSA, aunque fuese arriesgado.

-Está bien- sonreí con aparente satisfacción-. Si quiere podemos ir a tomar un café.

-De acuerdo, espere un segundo a que coja mi bufanda- si Newt le veía le contaría todo.

-¡NO!- me miró extrañado. Volví a carraspear y hablé más calmada-. Newt está descansando, vino muy cansado de la calle. Será mejor no molestarle- por favor que me crea, por favor que me crea, recitaba mentalmente.

-Tiene razón. ¿Nos vamos, entonces?- asentí con la cabeza y le agarré del brazo.

-Antes de irnos- comenzó a decir-, será mejor que se ponga mi abrigo. Aunque haya salido el sol hace un poco de frío. Además, déjeme hacer un hechizo para ocultar sus alas de los nomags- me pasó su largo abrigo por los hombros.

Aspiré su típico olor a menta. Emanaba calor, lo que me vino bien porque la conversación con Newt me había dejado helada. Sacó su varita y me señaló. No dijo nada, sólo hizo un movimiento. Tampoco sentí nada, pero guardó la varita y me extendió el brazo de nuevo.

Nos teletransportó a la salida del edificio y estuvimos caminando bajo el calor de la primavera y con unas vistas impresionantes formadas por nubes cargadas y el sol que se negaba a seguir escondido, brillando con fuerza, durante un buen rato hablando de temas triviales y sin importancia. Como si fuésemos amigos.

Pero éramos todo lo contrario.

Él era el lobo y yo la oveja, sólo que en ese momento yo estaba disfrazada de lobo. El problema es que mi disfraz se estaba deshaciendo y estaba a punto de caerse. Mientras tanto intentaría que el lobo no me diese un mordisco.

PHOENIX• Animales Fantásticos [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora