VIII. Fresas

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Pasó un tiempo desde lo ocurrido en la pequeña batalla. No he vuelto al lago desde entonces; no me atrevía. Aunque había algo muy en lo profundo de mí que me decía que volviese, que me enfrentase a mi propia soledad en aquella superficie de agua que actuaba como reflejo de mi ser. Pero simplemente no me atrevía.

Newt y yo estamos como siempre, dando vueltas por la ciudad buscando recuerdos, cuidando de sus criaturas y, básicamente, disfrutando de la presencia mutua. Picket ha enfermado más y Newt está preocupado por ello.

-Vamos Newt, no te preocupes. Seguro que se recupera pronto. ¿A que sí, pequeñín?- intenté tranqulizarle mientras acariciaba al bowtruckle sujetándole en mi pecho. Yo estaba tumbada en el sofá del salón mientras que él estaba dando vueltas inquieto

-Adara... Estoy preocupado. Nunca se había enfermado así alguna criatura. ¿Qué pasaría si...-

-¡No Newt! No acabes la frase-dejé suavemente a Picket en el bolsillo de mi chaqueta y me acerqué a él- Todo va a salir bien, ¿de acuerdo?- le acaricié la mejilla y me metí en su mente para tranquilizarle. Funcionó

-Agradezco que quieras calmarme, pero por favor, no te introduzcas en mi cabeza. Sabes que no me gusta- retiré la mano como si su piel quemase y me alejé- Por cierto, ¿sigues teniendo esos sueños?

-Sí... Y cada vez parecen más reales. ¿Y si no son sueños sino visiones?

-¿Qué ves en ellos?

-No puedo hablar de ello- bajé la mirada

-No puedo ayudarte si no me dejas. ¿Por qué no puedes decírmelo?- se cruzó de brazos intentando entenderme

-Él me dice que no se lo cuente a nadie- seguí mirando al suelo, esta vez moviendo un pie con inquietud

-¿Él? ¿Qué...? ¿Cómo que él? ¿Estás... estás soñando con un hombre?- nos quedamos callados, y él al darse cuenta de lo que había dicho se puso un poco rojo e intentó solucionarlo- ¡No me malinterpretes! No quería... Es decir, y-yo... Me entiendes, ¿no?- le miré seria durante unos segundos, aumentando su nerviosismo, pero no pude aguantar y estallé en carcajadas

-¡Newt, te entiendo perfectamente!- dije entre risas- Sólo quería jugar un poco contigo

Suspiró derrotado y se sentó en el sofá de golpe, apoyando sus codos sobre sus rodillas y su cara sobre sus manos.

-¿Qué voy a hacer contigo?- me senté a su lado y posé mi mano sobre su rodilla. Me miró intentando descifrarme- Me molesta no poder ayudarte. Te has vuelto alguien importante para mí y sé que estás sufriendo. No poder hacer nada para solucionarlo me molesta, Adara

-Lo sé, y lo siento, de veras. Pero ya me estás ayudando, y es lo máximo que puedes hacer- pegué mi espalda al respaldo del sofá y apoyé mi cabeza en su hombro, mirando por la ventana- Oye, todavía es pronto. ¿Damos un paseo?

-Buena idea. Además tengo que ir a comprar unas cosas para las criaturas- quité mi cabeza de su hombro y se incorporó- Voy a por dinero y nos vamos- asentí y se fue

...

Llevábamos media hora paseando tranquilamente por la ciudad, en un silencio cómodo. Eso es precioso ¿no creéis? No tener que rellenar el silencio con una persona porque sentís que no hay vacío, sino un silencio reconfortante en el que descansar.

Vi a un niño pequeño sobre los hombros de su padre señalando un puesto de comida. El padre le daba la mano a otro niño un poco más mayor y éste a una mujer que supuse que era su madre. Emití una sonrisa vacía cargada de tristeza al observar la escena.

-Papá, ¿me compras un helado?- decía el que estaba en el suelo

-¡Sí! ¡Yo quiero fresa, por favor papi! Mami, ¿puedo?- decía con más ilusión el pequeño. Me detuve en el acto mirando un punto fijo, pero sin ver. Esto significaba una cosa: recuerdo

-¿Adara? ¿Qué ves?- no respondí porque me sumí en el recuerdo

-Papi, ¿me coges una fresa? ¡Tengo hambre!

-Sígoura méli, ven aquí- un hombre joven se agachó y extendió los brazos. La niña fue corriendo y éste la puso sobre sus hombros. Se acercaron hasta una plantación de fresas al aire libre en lo alto de un acantilado muy verde que tenía vistas impresionantes al océano y al resto de la isla. Era por la tarde, estaba empezando a refrescar y debido a la altura del acantilado corría una juguetona brisa.

La niña se bajó de los hombros de su padre de un salto y casi se cae, pero el hombre la cogió a tiempo antes de que se estampase contra el suelo. Cogió una fresa, la mordió y se acercó al final del acantilado, con su padre muy de cerca.

-Bampá, algún día saldré de Creta y viajaré por todo el mundo. ¡Y comeré fresas de todos los lugares!- la niña extendió su pequeña mano hacia el cielo, ahora rosado por el atardecer, intentando acariciar las nubes y con millones de sueños que hacían brillar sus ojos

-Claro que sí, méli. Y tu madre y yo estaremos ahí contigo

-¿Me lo prometes?- se dio la vuelta con ojos dudosos, jugando con los dedos y mirando a su padre a través de sus largas pestañas. El hombre se agachó a su altura y le acarició la cabeza

-Te lo prometo, Adara

Me desperté del recuerdo, un poco en shock. Algunas personas nos miraban raro al estar parados en medio de la calle.

-Newt, ¿a cuánto estamos de Creta?

-¿Creta? ¡Eso está en Grecia! Está muy lejos, ¿por qué preguntas?- estaba confuso

-Porque nací ahí. Estoy convencida. Además, entiendo el griego

-¿Estás segura?

-Sí, lo siento dentro de mí- puse mi mano en mi pecho, encima del corazón

-Eh, vale, pero... esto... Ir a Grecia va a ser complicado

-Bueno, hasta que vayamos ahí me conformo con comer unas fresas- Newt me miró como si estuviese loca

-Adara, ¿te encuentras bien?- se acercó a mí verdaderamente preocupado y me tocó la frente. Esto hizo que mi abrigo se moviese un poco, dejando que se viesen mis alas durante un breve segundo. Suficiente para que los niños de antes, que nos prestaban bastante atención, se diesen cuenta

-¡Mamá! ¡Esa señorita tiene alas!- se deshizo del agarre de su madre y se acercó a nosotros. Ambos nos miramos preocupados- Disculpe señorita, ¿me enseña sus alas?

-¡Mark! No puedes ir diciéndole eso a la gente- la madre vino corriendo- Discúlpenle, por favor. Qué imaginación tienen los niños de hoy en día

-No se preocupe- le di una de mis mejores sonrisas a la mujer y me agaché a la altura del niño. Le susurré:- A veces confundimos imaginación con cosas que no queremos creer- Le guiñé un ojo y el niño me miró con un brillo deslumbrante en su mirada

-Su secreto está a salvo conmigo- se dirigió a Newt- Tiene una novia muy guapa, señor

-¡Mark!- se lo llevó de ahí a rastras regañándole por el camino

Me giré para ver a Newt: rojo como un tomate.

-Así que novia, ¿eh?- le dije para molestarle aún más. Esquivó mi mirada

-¿No querías fresas?- comentó cambiando de tema. Me reí y fuimos al puesto de comida.

...

.Sígoura méli: claro que sí, cariño

.Méli: cariño

.Bampá: papá

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